viernes, 19 de septiembre de 2014

PERDONAR

Ante una ofensa, maltrato, una acción de alguien que nos haya ocasionado dolor, humillación, algún hecho que nos haya causado indignación o cualquier situación que nos hizo sentir infelices y que persista en nuestro interior, lo más sano para nuestro propio beneficio es sacarlo de nuestra mente y sobre todo, de nuestro corazón.

El perdón debería ser como una autopista de doble vía… rápida y en ambos sentidos. Me ofendiste, pediste perdón, te perdoné, lo olvidé  y asunto resuelto. 

Lamentablemente no funciona así, quien nos ha lastimado, nos ha hecho daño o nos ha causado dolor, rara vez nos dará una excusa o pedirá perdón.

El más beneficiado con el perdón, es quien perdona, aunque necesariamente ese perdón no esté acompañado por el olvido, al menos inicialmente.  Es fácil decir “yo perdono” pero hay que mirar qué sentimientos albergamos en nuestro interior.

Dicen que quien no olvida no perdona, recordemos que olvidar y perdonar no son sinónimos.  Cuando nos decidimos a perdonar de corazón ya estamos dando un paso importante en la sanación de nuestra mente y espíritu, estamos evitando que ese sentimiento crezca, se convierta en rencor, en resentimiento y nos dañe profundamente.

En el proceso de sanación, cuando tomemos la decisión de perdonar, los recuerdos negativos llegarán inevitablemente pero podemos proponernos cambiar ese pensamiento,  pensando en otra cosa cada vez que nos llegue ese amargo recuerdo. Poco a poco esos recuerdos se irán disipando, se irán espaciando cada vez más al igual que los sentimientos que los acompañan.  El malestar, el dolor, la tristeza, irán desapareciendo.

Sabremos que estamos curados cuando nos llegue el recuerdo de esa persona o situación que nos hizo infelices  y ya no nos importe, ya no nos lastime. El tiempo es el mejor bálsamo para curar sentimientos negativos.


L. CEDEÑO S.




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