Hay
recuerdos de la infancia que se quedan en nuestra memoria, como esta corta
anécdota de mi reloj de cu-cu:
“Siendo
niña llegó a nuestra casa un reloj de cu-cu que nos pareció a todos lo más
entretenido de la casa. En los primeros
meses de la llegada del reloj, todos los hermanos, mayores y menores, corríamos
a colocarnos frente al novedoso artículo, a esperar que se abriera una pequeña
puerta por la cual salía un pajarito, que por unos segundos, cantaba su
peculiar cu-cu, cu-cu, cu-cu, para esconderse rápidamente en su casita hasta la
próxima media hora.
Ninguno de
nosotros reparó nunca en los detalles de elaboración, ni en los números que
marcaban las horas, solo nos interesaba la casita de la cual salía el simpático
y esperado pajarito que cantaba.
En esos
días, en una clase de matemáticas, la profesora empezó a enseñarnos los números
romanos, hasta el diez. Gran sorpresa para
mí, comparar los números aprendidos, con los números del reloj que colgaba en
la pared de mi casa… ¡Había una diferencia! cuanto antes yo tenía que decirle a
la profesora que estaba mal; qué emocionante confusión. Al día siguiente, cuando por fin llega la hora
de matemáticas, le digo a la profesora que el número cuatro romano, (IV), que
nos enseñó el día anterior, no es igual al reloj de mi casa, que mi reloj
tiende cuatro palitos, (IIII). La
profesora se puso muy pálida. En mi percepción de niña no advertí enojo pero si
desconcierto e intranquilidad. Recuerdo
que me habló muy bajo, casi en secreto y simplemente me dijo: “Apréndelo de
esta manera y no digas nada a nadie”.
Durante los días siguientes no sabía qué pasaba o si había hecho algo
mal, sentía como si guardara un gran secreto. Con el tiempo llegué a la
conclusión de que ella misma no sabía el por qué y lo olvidé, aunque ya el
reloj de cu-cu no me parecía tan alegre”.
Ciertamente,
la mayoría de las personas no advierte diferencia alguna en la hora 4, en los
relojes de presentación en números romanos, a pesar de haber aprendido desde
niños, el IV en números romanos correctamente.
Con los
años, mirando relojes emblemáticos en las “enciclopedias”, recordemos que no
existía internet, aprendí que en la antigua Europa, incluyendo a los mismos
romanos, sustituían en los relojes el número IV, por IIII. Son innumerables los relojes de monumentos en
toda Europa que adoptaron el IIII, en lugar del IV. Muchos consideran esta práctica como una falta
aberrante, pero ahí han estado durante siglos.
Los
historiadores narran algunas de las causas probables de este notorio cambio en
los relojes, como por ejemplo:
Una teoría
se refiere a un hecho ocurrido en Suiza, en el cual un monarca encargó la
confección de un reloj, cometiendo el relojero el error de utilizar IIII, en
lugar del IV. De acuerdo con esta
historia el artesano fue ejecutado por ese motivo. En protesta a este hecho, y en homenaje a su
colega, los relojeros decidieron seguir utilizando el IIII.
Otra
historia se refiere al relojero más famoso hacia el 1370, Henry de Vick, a quien se le encargó el gran
reloj que adornaría la torre del Palacio Real de Francia. El artista relojero utilizó el IV, correctamente,
lo cual fue refutado por el Rey Carlos V. El artesano argumentó que esa era la forma
correcta de representar el cuatro, a lo que el rey respondió: “El Rey nunca se
equivoca”. En la actualidad, el
majestuoso reloj fabricado por Vick puede observarse en el edificio, donde hoy
se encuentra La Consergerie de Paris, por supuesto, con el cambio exigido por
el rey.
Dice el
Instituto Británico de Relojería que una razón para utilizar IIII en lugar de
IV podría estar relacionada con la estética,
argumentan que los cuatro caracteres, (IIII), crean simetría visual con el VIII, su opuesto
en la esfera.
Otros
argumentos para utilizar el IIII, en lugar del IV:
El IV es
más difícil de leer dada su posición en la esfera del reloj, ya que queda
casi boca abajo.
El 4
representado como IV podría ser confundido con el 6, (VI), al estar ambos boca
abajo.
La
superstición decía que el IV corresponde a las dos primeras letras
de Júpiter, el dios romano,
(IVPITER en latín), y por lo tanto, podría considerarse como una
blasfemia.
A
sabiendas de que se trata de un error, los relojes continuaron fabricándose con
el símbolo IIII, popularizándose no solo en monumentos y edificios
emblemáticos, sino también en relojes de pulsera, relojes de bolsillo, y pared.
La próxima
vez que tenga a la vista un reloj con números romanos es muy probable que se detenga
a observar si el cuatro es IV o IIII.
“Con el
tiempo, mi reloj de cu-cu desapareció, pero nunca olvidaré la expresión de
sorpresa y desconcierto de mi profesora de matemáticas”.
L. CEDEÑO S.
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