“No hay ningún viento favorable para
el que no sabe a qué puerto se dirige”.
Arthur Schopenhauer
En los primeros años de educación
escolar, bien en clases de geometría o geografía, nos habrán mostrado la “Rosa de los Vientos” como una antigua
herramienta de navegación que utilizaban los marineros desde tiempos
inmemoriales para orientarse, y representar de manera gráfica y concéntrica, a
manera de un compás, ocho puntos principales, para determinar la velocidad y
dirección de los vientos.
Anteriormente se dividía el círculo
central en 32 cuartos, en la actualidad se trabaja con la circunferencia
completa, los 360°.
Hoy, ese instrumento antiguo y
rudimentario, anterior a la brújula, de valor inigualable para los navegantes y
la comunicación y desarrollo de los pueblos, ha evolucionado, convirtiéndose en un elemento
de vital importancia no solo para los marinos sino también para la aeronáutica.
Su invención se le atribuye a
Raimundo Lulio, fraile franciscano,
(Mayorca, 1232-1315), escritor, teólogo, cabalista, alquimista y científico de
la época.
En las embarcaciones antiguas, el
mástil, antena hacia el cielo, es atravesado por una gran viga horizontal, que
da el sostén a las velas, formando una gigantesca cruz, envolviendo en el misticismo y superstición el
viaje y el destino de los viajeros, que se embarcaban a merced de los vientos.
El símbolo de la cruz lo encontramos
en las más antiguas civilizaciones de Asia, India y África. También es común a religiones como el
hinduismo, el budismo y otra más, anteriores a la era cristiana.
La rosa es el símbolo sagrado para
deidades femeninas, el más utilizado en el plano espiritual. Para los alquimistas la rosa blanca y la rosa
roja representan la dualidad. Las rosas
son símbolos antiguos del amor, la fragancia, lo sublime y la belleza. La rosa es para occidente el equivalente de la
flor de loto para los orientales.
Al juntarse la cruz y la rosa, forman
la dualidad del cuerpo y el alma, lo femenino y lo masculino. La rosa nos habla
de evolución espiritual, de fertilidad y sobre todo, de pureza de corazón. Con la espiritualidad del hombre mismo,
aparece el culto y respeto hacia estos grandes símbolos. Muchas órdenes religiosas utilizan la cruz o
la rosa, o conjuntamente la rosa y la cruz, como parte de su esencia mística.
En la convergencia del punto central
de la rosa de los vientos se encuentra el punto del corazón, (chakra del
corazón), que une lo terrenal con lo divino. En el horizonte el plano mental y en la
elevación vertical (mástil), el plano espiritual.
No es de extrañar que se tomara como
nombre y principio base para el instrumento inicial de la rosa de los vientos, elementos ya conocidos y reverenciados por su
alto misticismo. No bastaba el
conocimiento marino o el espíritu aventurero. Siempre en los viajes había que
contar con la buena fortuna, con los buenos vientos a favor. De alguna manera se buscaba y se esperaba
protección de lo divino para llegar a puerto seguro.
Las artes náuticas, la pericia y
conocimiento de los vientos, que alcanzaron los navegantes, forman parte de la historia y la literatura de
muchas culturas.
Encontramos la representación del
punto Norte, con una rosa de los vientos en antiquísimos mapas, en monedas, monumentos,
edificios modernos de lujo como plazas comerciales, hoteles y edificaciones
diversas, tanto costeras como en montes y valles. Su belleza y simbolismo ha inspirado a
religiosos, místicos, constructores, artistas, arquitectos y decoradores de
todos los tiempos.
Vemos rosas de los vientos en
materiales diversos, desde metales, mármol, mosaicos o cualquier material que
juegue con la imaginación.
Una de las más bellas es la rosa de los vientos que se encuentra en La Coruña, en una explanada hacia el mar, detrás de la Torre Hércules. Una rosa de 25 metros de diámetro.
Tal vez la más extraña
representación, de una rosa de los vientos, la más hermosa y visitada del mundo,
con un alto grado de espiritualidad, es la que da forma a la gran Plaza de San
Pedro de El Vaticano. Una rosa de los
vientos simplemente espectacular. En el centro, en el corazón mismo de la
plaza, el gran obelisco de 25 metros hacia el cielo. En el suelo, alrededor de
la plaza, enormes rosetas que indican la
dirección de los vientos y las 4 rosetas principales que indican los cuatro
puntos cardinales.
En agua, cielo o tierra, el viento
estará siempre presente, envolviéndonos, oscilando, jugueteando con nuestros
deseos más íntimos. Siempre desearemos
que “los vientos” soplen a nuestro favor.
Nuestra rosa de los vientos interior nos alerta sobre los cambios que se
avecinan, nos ayuda a esquivar o combatir la furia de los vientos de la
adversidad, convirtiéndonos en expertos navegantes. Nuestra rosa interior nos guiará hacia el
puerto seguro que trazamos en nuestro plan de vida.
L. CEDEÑO S.
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