domingo, 25 de diciembre de 2016

PERDÓNENME POR SER FELIZ


Esta es una frase que nunca había escuchado, tal vez por eso se quedó dando vueltas y vueltas en mi mente por varios días; algo no entendía, algo no encajaba en esa expresión…  Me invadió un profundo sentimiento de compasión mi  interpretación de “Perdónenme por ser feliz”, cuando comprendí que la palabra “perdónenme” era el motivo de mi inquietud. Sentí que ese “perdón” encerraba un dejo de tristeza, melancolía, egoísmo y culpa. Comprendí que quien tiene que pedir perdón por ser feliz indudablemente está sacrificando algo, está afectando a terceros.

Volví a llenar mi mente de nuevas preguntas, como: ¿se puede llamar felicidad a una situación por la que pides perdón? ¿vale la pena el motivo de ese sacrificio? ¿Cuánto tiempo crees que durará esa “felicidad” que a la vez te llena de culpa?   En cualquier situación que sientas que tienes que usar la palabra “perdónenme” ciertamente estás sintiendo culpa.

La felicidad, como ha querido concebirla el ser humano, nunca será completa, pero el solo hecho de expresar “perdón” por ser feliz ya resta felicidad, implica un egoísmo consciente.  Ser feliz es un derecho que debemos buscar y disfrutar, siempre que esa felicidad no lastime, no atropelle, no afecte a nadie, y sobre todo, no te pase factura en el futuro, no te cierre puertas, no te embarque en un viaje sin ticket de regreso.




LILA CEDEÑO

viernes, 21 de octubre de 2016

BRUJAS BUENAS



La palabra bruja, (del latín “maleficae”), usualmente se relaciona con la clarividencia, con la persona capaz de conectar el plano físico con el más allá, con la persona capaz de curar enfermedades del espíritu y del cuerpo físico, hacer filtros de amor, conjuros, maleficios, etc. 

Una clásica descripción de bruja que perdura a través de historias, cuentos de horror, películas o leyendas, es aquella de la mujer de aspecto desaliñado con ropaje negro y sombrero, montada en una escoba, que expide olor a azufre, cuerpo muy delgado y encorvado, cabello canoso, ojos de sapo, mandíbula exagerada, gigantesca nariz aguileña, sin dientes y por supuesto alguna verruga horrible; la bruja mala, ermitaña que causaba temor principalmente a los niños.

Paralelo a ese grotesco personaje, en el mundo real siempre ha existido, en cada pueblo o aldea, aquella mujer sabia, silenciosa, solitaria, de aspecto normal, algunas veces indescriptible, a quien todos recurren porque siempre está dispuesta a ayudar y confían en ella. A lo largo de la historia las “Brujas buenas” en los pueblos siempre realizaron labores comunitarias, principalmente como parteras, curación de enfermos, consultoras de todo tipo de padecimientos del cuerpo y del espíritu, porque tenían el don de saber escuchar y aconsejar a los más jóvenes. Eran buscadas para ahuyentar los malos espíritus, para atraer vibraciones positivas como el amor y la buena fortuna. Esas mujeres conocían los recursos y los fenómenos naturales, las propiedades y el buen uso de las plantas, las flores y frutos. Conocían y utilizaban las fases de la luna para potenciar sus conocimientos. 

Muchas de estas “Brujas buenas”, además del conocimiento de la naturaleza, tenían algún don especial, como la videncia o la clarividencia, el poder de sanación por imposición de manos o el simple don de la adivinación. Claro que la buena labor y conocimientos de muchas de esas mujeres no las salvó de la hoguera…

En nuestros días son muchas las mujeres y hombres con conocimientos y dones espirituales, realizando discretamente, dentro de sus posibilidades, una labor de amor hacia los necesitados, ya sea a través de su profesión, círculo social o alguna organización. La “Bruja” en el buen sentido de la palabra existirá siempre porque en el mundo real es sinónimo de compasión, servicio desinteresado pero sobre todo, AMOR hacia el prójimo y hacia la naturaleza. Como dice un antiguo refrán: “De que las hay… las hay.”

L. CEDEÑO S.

sábado, 17 de septiembre de 2016

ANTEVASIN Urbano

A muchos puede llamarnos la atención esta palabra poco conocida.  Es una palabra de origen sánscrito que traduce: “alguien que vive en la frontera”.  Alguien que abandona la vida mundana para irse a vivir al bosque donde habitan los maestros espirituales. Una persona sabia que vive los dos mundos pero mira más hacia lo desconocido, siempre en estado de aprendizaje y en constante movimiento.


Muy pocas personas podríamos simplemente  “retirarnos” del mundanal ruido y dedicarnos de tiempo completo a nuestra vida espiritual.  Pero en la práctica pasamos a ser un “Antevasin” cuando sentimos esa lucha interna entre el mundo material en el cual tenemos que desenvolvernos y el mundo de la espiritualidad, cuando el tremendo reto de vivir al borde de dos mundos que queremos atender, nos envuelve como un torbellino. No todas las personas pasan por este proceso, de hecho, algunos ni se enterarán que existe; pero, para otras personas puede presentarse como un relámpago, un “despertar”, ya sea por una experiencia,  algún acontecimiento, algo que actúe como detonante. 

Notaremos que de manera natural perdemos interés por muchas cosas superfluas que tal vez anteriormente considerábamos importantes. Aprenderemos que existe algo más allá del diario vivir, de los amigos, el trabajo, las cuentas. Aprenderemos a reconocer hábitos innecesarios, identificaremos personas tóxicas, notaremos cómo se alejan aquellos que no soportan nuestra vibración; casi imperceptiblemente nuestro entorno cambiará alejándonos de situaciones y personas que nos roban armonía. Notaremos cómo aumenta nuestra necesidad de tranquilidad, espacio y tiempo de calidad.

A muchos nos gustaría ser, literalmente, ser el antevasin total, alejarnos del ruidoso mundo, abandonar la cotidianidad, dedicarnos a observar el mundo desde lo profundo de las enseñanzas de los maestros, algo así como Siddharta (Herman Hesse); pero tenemos que ser realistas y por el momento, conformarnos con llevar una vida espiritual paralela a nuestra vida ordinaria, aprender cada día y mirar más allá del borde de lo material. Ese es un verdadero reto que asumimos todos los días, un trabajo que nos coloca en una posición de antevasin urbano.



L. CEDEÑO S.

sábado, 28 de mayo de 2016

VIENTRE DE MADREPERLA

Aunque de origen animal marino, las perlas son consideradas gemas preciosas, con características individuales y sedientas  de agua, como el ser humano mismo. En la mitología griega, en libros antiguos como el Shu King, de China, (23 siglos a.C.) y  otros antiguos libros sagrados, encontramos referencias sobre la mujer y las perlas.

Mujer, tu vientre, como la Madreperla, guarda una pureza divina, es terreno fértil para todo tipo de invasores que podrán abrirse paso para sembrar vida en ti.

Mujer, defiende tu vientre de fecundadores inapropiados. Escoge con atención a ese ser que hará brotar la vida en tu vientre.  Recuerda mujer que como la madreperla, la formación en ti de un nuevo ser requerirá de capas y capas de nácar, equivalentes a las cualidades físicas y espirituales tuyas y  del dador de vida.  Mujer, ora para que ese hermoso fruto que crecerá dentro de ti desarrolle cualidades propias de las perlas, como  su extraordinaria dureza, para que enfrente los desafíos de la vida, y, ojalá, una hermosa brillantez espiritual.

Recuerda mujer que cada hermosa perla que traes al mundo forma parte de un contrato divino has elegido. Un contrato que como cualidad de una perla, simboliza la pureza de corazón, la amabilidad, la justicia y sobre todo la lealtad; un contrato divino para el resto de tu vida.  ¡Cuida tu vientre divino futura madre!



L. CEDEÑO S.

viernes, 1 de abril de 2016

LA FLOR DE LOTO

El loto, (Padma en sánscrito), es la flor sagrada común a todas las religiones de Asia.  Muchas divinidades se representan sentadas meditando sobre un loto.  Para los budistas la flor de loto representa la pureza de cuerpo y alma, la belleza y la armonía interna; simboliza la pureza de corazón, la abundancia, la espiritualidad misma.  Es la flor nacional de la India y Vietnam.   


La especial simbología de la flor de loto se debe a que conserva  su pureza inmaculada, volteando siempre hacia la luz de la espiritualidad, capaz de repeler microorganismos, aún cuando crece en agua de fango.   El agua impura en la que crece, representa los apegos, los deseos de la carne y la impureza del mundo material.

El loto Simboliza la pureza de corazón, la abundancia, la espiritualidad.  Se le considera planta de buena fortuna, limpia el aire, atrae energías positivas, salud y abundancia.

Se asocia directamente con Buda, lo que da a la flor de loto una connotación única en el plano espiritual de los pueblos de Oriente. Cuenta una leyenda que cuando el niño buda empezó a dar sus primeros pasos, crecieron flores de loto en todos los lugares donde pisó el niño.

La filosofía yoga utiliza en meditación la tradicional posición de loto o Padmasana, la cual consiste en sentarse cómodamente, con la espalda recta, cruzar las piernas ubicando cada pie encima del muslo opuesto, colocando las manos preferiblemente con las palmas hacia arriba sobre las rodillas.  Otras escuelas colocan la palma de la mano izquierda sobre la derecha debajo del vientre.

Sus diversos colores también tienen significados muy específicos:

El loto blanco representa el equilibrio total entre mente y espíritu.

El loto rosado es el más importante para los budistas pues se relaciona directamente con Buda. También es asociada a divinidades muy reverenciadas.

El loto rojo representa el corazón mismo, la nobleza e inocencia, el amor, la compasión y la pasión.

El loto azul, mayormente lo encontraremos cerrado, difícilmente abre sus pétalos.  Representa la sabiduría y el conocimiento, el dominio del espíritu sobre los sentidos.

La Flor de Loto, hermosa, noble y pura por excelencia ocupa un lugar especial de admiración por su belleza y respeto por todas las cualidades espirituales que representa.


L. CEDEÑO S.

miércoles, 2 de marzo de 2016

BENDICION CELTA

Que el camino nos lleve a encontrarnos.

Que el viento sople siempre a tu favor.

Que los cálidos rayos del sol caigan sobre tu casa y siempre tengas cerca una mano amiga.

Que siempre esté verde la hierba que pisas y azul el cielo sobre ti.

Que sean completas las alegrías que te rodean y sinceros los corazones que te aman.


sábado, 27 de febrero de 2016

VIDA ESPIRITUAL HOY


Cada nueva generación aduce que llevar una vida espiritual era más fácil para las generaciones anteriores, cuando la vida era más tranquila, más lenta. 


La espiritualidad, esa conexión con Dios, con lo divino, como queramos llamarlo, nace con el ser humano, es inherente al alma; a lo largo de nuestra vida se cultiva, muchas veces inconscientemente, por tradiciones transmitidas, pero cuando la reconocemos y asimilamos como parte de nosotros mismos crecerá a pasos agigantados y sin detenerse.

Con frecuencia confundimos la espiritualidad con la religión.  Una persona que cultiva su espiritualidad no tiene necesariamente que vivir sumergida en iglesias, templos o volverse ermitaño.  Claro que, poder retirarnos a ese lugar especial soñado, o un monasterio si tuviéramos la oportunidad, sería una gran experiencia espiritual. 

Lamentablemente,  en nuestro tiempo, para el ser humano común el verdadero reto es mantener paz interior,  llevando una vida espiritual paralela a la vida cotidiana, cumpliendo con las exigencias familiares, laborales, económicas y de la sociedad en la cual nos desenvolvemos.

Nuestra espiritualidad empieza todos los días, desde el momento en que despertamos y agradecemos por un nuevo día, por las nuevas energías, por las actividades que habremos de realizar. Diariamente tendremos que tomar decisiones, descubriremos que la vida nos pone trampas que tratarán de distraernos de nuestro camino espiritual, de nuestro plan divino; trampas que deberemos identificar y superar. Cada uno es responsable de su crecimiento espiritual el cual es imposible si no superamos el desafío que representa el materialismo y la falta de sensibilidad del mundo que hoy vivimos.

No establecer límites entre lo que es y lo que no es espiritual, no criticar la manera como los demás viven su mundo espiritual, es parte de nuestro propio aprendizaje, si recordamos que cada ser, de acuerdo con su propio grado de evolución, encontrará la guía, el camino correcto hacia su vida espiritual.

Realizar nuestra vida diaria de la mejor manera posible, cuidar nuestros propios pensamientos, actuar sin afectar, sin lastimar, sin atropellar, sin menospreciar a los demás,  sobre todo verbalmente,  es un desarrollo espiritual; la sensibilidad ante el dolor ajeno, el cuidado de la vida de todos los seres vivientes, de la vida misma del planeta, siempre que podamos hacer el bien sin mirar a quién y sin esperar recompensa alguna, pedir por los que sufren, es una ganancia espiritual.

Agradecer por nuestros familiares, amigos  nuestras actividades, así como  disfrutar nuestros momentos de soledad y felicidad es crecimiento espiritual.


L. CEDEÑO S.