viernes, 21 de octubre de 2016

BRUJAS BUENAS



La palabra bruja, (del latín “maleficae”), usualmente se relaciona con la clarividencia, con la persona capaz de conectar el plano físico con el más allá, con la persona capaz de curar enfermedades del espíritu y del cuerpo físico, hacer filtros de amor, conjuros, maleficios, etc. 

Una clásica descripción de bruja que perdura a través de historias, cuentos de horror, películas o leyendas, es aquella de la mujer de aspecto desaliñado con ropaje negro y sombrero, montada en una escoba, que expide olor a azufre, cuerpo muy delgado y encorvado, cabello canoso, ojos de sapo, mandíbula exagerada, gigantesca nariz aguileña, sin dientes y por supuesto alguna verruga horrible; la bruja mala, ermitaña que causaba temor principalmente a los niños.

Paralelo a ese grotesco personaje, en el mundo real siempre ha existido, en cada pueblo o aldea, aquella mujer sabia, silenciosa, solitaria, de aspecto normal, algunas veces indescriptible, a quien todos recurren porque siempre está dispuesta a ayudar y confían en ella. A lo largo de la historia las “Brujas buenas” en los pueblos siempre realizaron labores comunitarias, principalmente como parteras, curación de enfermos, consultoras de todo tipo de padecimientos del cuerpo y del espíritu, porque tenían el don de saber escuchar y aconsejar a los más jóvenes. Eran buscadas para ahuyentar los malos espíritus, para atraer vibraciones positivas como el amor y la buena fortuna. Esas mujeres conocían los recursos y los fenómenos naturales, las propiedades y el buen uso de las plantas, las flores y frutos. Conocían y utilizaban las fases de la luna para potenciar sus conocimientos. 

Muchas de estas “Brujas buenas”, además del conocimiento de la naturaleza, tenían algún don especial, como la videncia o la clarividencia, el poder de sanación por imposición de manos o el simple don de la adivinación. Claro que la buena labor y conocimientos de muchas de esas mujeres no las salvó de la hoguera…

En nuestros días son muchas las mujeres y hombres con conocimientos y dones espirituales, realizando discretamente, dentro de sus posibilidades, una labor de amor hacia los necesitados, ya sea a través de su profesión, círculo social o alguna organización. La “Bruja” en el buen sentido de la palabra existirá siempre porque en el mundo real es sinónimo de compasión, servicio desinteresado pero sobre todo, AMOR hacia el prójimo y hacia la naturaleza. Como dice un antiguo refrán: “De que las hay… las hay.”

L. CEDEÑO S.

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