“Perfumes de lugares, los que nos
recordarán instantes que nos han marcado, momentos únicos e irrepetibles.
¿Sabías que la memoria olfativa es la única que no se deshace?, los rostros de
aquellos a los que más amamos se desvanecen con el tiempo, las voces se borran,
pero los olores nunca se olvidan”.
Marc Levy
“Perfume de hombre, debilidad de
toda mujer”. Anónimo
“Aplíquese perfume donde quiera ser
besada”. Coco Chanel
Sublime, penetrante, embriagador,
sensual, enloquecedor, detestable, regio, escandaloso, sublime, repugnante,
fascinante, inolvidable… Cualquier
calificativo es válido para describir un
perfume, porque el gusto por el aroma de un perfume, como otras tantas
preferencias del ser humano, es estrictamente individual e íntimo.
Perfume, del latín “per”, por y
“fumare”, producir humo, para describir el aroma que produce el humo al quemar
sustancias aromáticas.
Todas las civilizaciones antiguas elaboraban
los más variados perfumes, de acuerdo a su cultura y disponibilidad de elementos,
pues el origen de las fragancias (incienso, mirra, resinas, flores), inicialmente fue ceremonial, para alagar a los dioses.
Desde hace más de cinco mil años
tenemos registros de ceremoniales religiosos aromáticos, siendo el sacerdote el
encargado de hacer las mezclas de acuerdo a la ocasión. Así mismo, se utilizaban flores fragantes en
los entierros y nupcias.
Actualmente, la palabra “perfume”
describe el líquido fragante producto de mezclas de una gran variedad de
aceites esenciales (sustancias de origen vegetal), como raíces flores, frutas,
semillas, etc., productos sintéticos, como el alcohol, hidrocarburos, cetonas,
etc., o aceites de origen animal, como el aceite ámbar, producto de la ballena,
la civeta, que proviene del gato o el almizcle de la cabra, entre los más
conocidos. Además, esencias de maderas,
principalmente el sándalo y un fijador para que perdure en el cuerpo humano ese aroma
agradable al olfato. En los laboratorios
especializados para estos fines se reproducen sustancias aromáticas muy
similares a cualquier sustancia natural.
El mayor reto de la industria moderna
del perfume ha sido “encontrar un perfume perfecto, que encaje con todos los
seres humanos”, un imposible, porque simplemente no existe una fórmula compatible con todos los diferentes efluvios
corporales que emanan las personas. Un
mismo perfume puede ejercer fascinación o rechazo sobre diferentes individuos. El ser
humano produce unas 500 sustancias químicas distintas, con funciones muy
específicas, que se perciben a través del sentido del olfato. Nos referimos a las feromonas, a través de
las cuales transmitimos mensajes directos a otros individuos. Estos mensajes “involuntarios” reflejan desde
nuestro estado de ánimo hasta la predisposición al sexo. La doctora Winnifred Cutler, del Instituto
Athena en Pennsylvania, fue la primera
en sintetizar las feromonas en un laboratorio y presentarlas al mercado como
perfume, para atracción hacia el sexo
opuesto. Los individuos se perfuman
tanto para sí mismos, como para los demás, bien para impresionar, como para
despertar el interés y los sentidos de los demás.
Antiguas escuelas esotéricas
enseñaban en la alquimia de parejas los secretos del sentido del olfato. Enseñaban una técnica muy sencilla… “Si crees
que sientes atracción hacia alguien, olfatea su cuello, el alveolo de sus
orejas y especialmente su nuca… si no te agrada, aléjate pues no habrá empatía
ni de corazón, ni de cuerpo”. Un
conocimiento sabio, antiguo y sencillo para discernir entre la química natural
y el disfraz de un perfume. Cuando una
persona nos atrae, nos sentimos bien,
nos gusta su aroma natural; el perfume pasa a un segundo plano, lo que
realmente exalta nuestros sentidos es ese aroma particular que emana de la
persona. ¡Ah maravillosa y explosiva
experiencia, cuando tenemos la fortuna de combinar un agradable perfume con el
embriagante aroma natural de una persona en particular!
El perfume ideal es aquel que se
fusiona con los fluidos corporales individuales, esa fragancia que comulga con
nuestro aroma natural. Es todo un arte,
producto de la intuición, encontrar esas fragancias afines a nuestra esencia, a
nuestros fluidos corporales, a nuestra identidad, ya sean de tipo floral,
madera, especias o combinaciones de cualquier tipo.
Afortunadamente, hoy existen muchas
combinaciones de productos naturales y de laboratorio, para todos los gustos y
en todas las concentraciones.
Encontramos:
- Perfume: es
la forma más concentrada, entre el 15-45% de esencia aromática.
- Eau
de Perfume: (agua de perfume), concentración del ~15%.
- Eau de Toilette: (gua de baño), concentración del
7-15% (~10%).
- Eau
de Cologne: (agua de colonia), la misma concentración que el anterior pero
con aroma predominantemente cítrico, con un 3-6% (~5%) de concentrados.
- Perfumes
Splash: concentración de 1%. Muy populares entre
los productos de aseo personal, suaves, agradables, especialmente en la
mañana dan sensación de frescura y “olor a limpio”.
Para los amantes de la historia,
aquí les dejamos algunos datos importantes del perfume a través de los tiempos:
El ser humano inicialmente se
perfumó, en el escenario místico; al agradar a los dioses, también sentía
placer al perfumarse y la satisfacción de producir en los demás una sensación
agradable.
Desde la civilización sumeria, 2,300
años a.C., se han encontrado registros del perfume, como cosmético de uso
personal. Algunos historiadores ubican la aparición del “perfume” inicialmente en Egipto. En el templo de Edfú,
se pueden ver escritas en jeroglíficos recetas
para la elaboración de los perfumes sagrados, aunque se tiene conocimiento
del comercio de sustancias aromáticas, como especias, resinas de madera de
sándalo para la fabricación de incienso y fragancias, desde la India hacia
Egipto, Grecia y Roma.
En la tumba de Tutankamón,
descubierta en 1922, se encontró un recipiente con exquisitas pomadas
aromáticas que todavía conservaban su fragancia.
Los Egipcios tenían como ritual
agregar a sus baños diferentes clases de aceites. Con la creencia de que su fragancia agradaba a
los dioses; se untaban en el cabello y en el cuerpo pomadas de aceites pesados
que tardaban en desvanecerse, manteniendo su aroma durante largo tiempo. Cleopatra siempre utilizaba esencias, hierbas
y flores para aromatizar sus baños.
Uno de los mercados pioneros y más
amplios de perfumes fue Grecia. Los
griegos, en el siglo VI a. C., usaban perfumes después del baño y hasta en los baños de vapor públicos. (Públicos para
la clase alta). El rito de “ungirse” en
aceites, antes de las celebraciones, frotando el cuerpo con diferentes
fragancias llegó a ser una parte importante de la cultura de la familia griega.
Fue en Grecia donde primero aparecieron
sustancias perfumadas aplicadas a la medicina.
Hipócrates, (el gran padre de la medicina), utilizaba gotas de
concentrados de plantas y perfumes para tratar ciertas enfermedades.
Con la civilización griega nacieron
los productos de aseo personal, como ungüentos perfumados, talcos, resinas,
etc., que adquiría la alta sociedad. Como toque de gran elegancia los griegos
presentaban los perfumes en exquisitos envases de cerámica. Cada diseño era una obra de arte. Mercadearon siete diseños (escenas
conmemorativas, animales mitológicos y figuras geométricas). El más famoso fue el frasco “Lekytos”.
Toda una obra de arte de quien lamentablemente se desconoce su
diseñador.
Los soldados romanos asimilaron de
los griegos las bondades del perfume.
Disfrutaban perfumándolo todo, sus casas, sus ropas, principalmente sus
altares. A través del gran imperio
romano, que consumía grandes cantidades de productos aromáticos, estos se
hicieron más populares, llegando a ser asequibles al público. Hasta había fuentes donde brotaba agua
perfumada; al igual que los griegos, se aplicaban perfumes de diferentes aromas
a cada parte del cuerpo. Antes de la
batalla o en los regresos victoriosos, se humedecían los estandartes de las
legiones con fuertes fragancias que se esparcían a su paso al ondearlas. También
era común perfumar los salones, vestidos, teatros, armas y hasta los animales
domésticos. Exageraban las fragancias
íntimas y ambientales en cualquier ceremonia religiosa, especialmente en los casamientos
y entierros.
Llevó más de tres siglos, entre los
siglos XVI y XIX, desarrollar esencias con base en alcohol, como las conocemos
hoy. Una aparición casi legendaria fue
la famosa “Agua de la Reina de Hungría”, una receta secreta reglada a la reina.
La química, aplicada a la
perfumería, conjuntamente con los procesos de destilación que desarrollaron los
árabes, permitió perfeccionar las técnicas y mejorar la calidad de los aceites
esenciales. Con la llegada de los árabes
a España, Italia y Francia, así como la misma España, se convirtieron en
extensas plantaciones de cultivo de plantas aromáticas, cítricos y flores,
especialmente lavanda, limonero, violeta y jazmín. Provenza, Florencia y Venecia fueron los
mercados principales del arte de la perfumería, que evolucionó notablemente al mejorar la
destilación y la calidad de las esencias, convirtiendo a Italia en la capital
del perfume de la época.
Francia, capital industrial del Perfume:
Un paso histórico en la
industrialización del perfume, ocurrió hacia el año 1200, cuando el Rey Felipe
II Augusto de Francia, reconoció como profesión la labor de los artesanos
perfumistas, declarando de utilidad social el uso de las sustancias, y hasta se
fijaron lugares específicos de venta
para los perfumes.
Aparecieron entonces las escuelas
“formales” de capacitación en la perfumería.
Los estudios, para llegar a ser maestro perfumero tenían una duración de
cuatro años. Estos maestros supervisaban
el prensado de pétalos, la maceración de las flores, las mezclas y cantidades correctas de los ingredientes,
para lograr en cada perfume la fórmula correcta. Posteriormente, varios reyes más apoyaron la industria del perfume, Juan
II en 1357, Enrique III en 1582 y Luis XIV en 1658. Desde entonces, Francia se convirtió en la
capital mundial del perfume.
Los perfumes ya eran parte de la
cotidianidad en toda Europa y como toda moda, se tornó en individualista. La burguesía quería sus propias fragancias y
las encargaban a los maestros perfumistas.
Además, la “presentación” del perfume también debía ser personalizada y
exquisita, adquiriendo por separado sus envases. Aparecieron los envases de vidrio exclusivos
para perfumes, los cristales cortados y tallados a mano. Estos envases exclusivos llegaron a ser tan
ostentosos, como costosos, convirtiéndose en obras de artes exclusivas que
llegaron a incorporar metales, como el oro y la plata, piedras preciosas, e
inscripciones. Como toda obra de arte,
eran exhibidas para el deleite de los dueños y los visitantes.
Durante el Renacimiento, en el siglo
XVI, se puso de moda perfumar los guantes. La monarquía europea pasó a consumir
no solo guantes, sino todo tipo de artículos perfumados en fábrica, como
abanicos, bolsas y zapatos, procedentes de Grasse, Provenza.
El siglo XVIII marca el paso de los
perfumes de gran alcance destinados a ocultar el hedor en todas partes, con
aromas delicados que anuncian un retorno a la naturaleza. Francia, la corte modelo de refinamiento y
elegancia sin igual para toda europea, es el centro de la perfumería y
productos perfumados.
Fue María Antonieta, la primera en
introducir en la corte francesa la importancia de la higiene personal, una piel
fresca y de agradable aroma. Las damas
de la corte de María Antonieta se escandalizaron ante la imposición de la reina
de asearse diariamente, acción que ella misma realizaba. Todo en Versalles era perfumado con sus
fragancias de cedro y bergamota.
En la Francia Napoleónica, el
perfume pasó de lo artesanal a la industria formal, convirtiendo el perfume en
un renglón industrial muy lucrativo. La
exquisitez de las fragancias era importante, pero más aún su presentación con
lujosos frascos y atractivas envolturas.
NOTAS CURIOSAS:
Sócrates no era partidario de los
perfumes. Su opinión personal era que
una vez perfumados olían de igual manera los esclavos y el hombre libre.
Los chinos solían meter entre sus
sábanas pequeños sacos rellenos con materiales aromáticos secos, en sus
domicilios quemaba incienso y se bañaban en aguas perfumadas. En las fiestas
nocturnas se acostumbraba repartir a los invitados un pequeño trozo de papel con
aroma de jazmín, para amortizar el aliento alcoholizado.
En Medio Oriente las sustancias
aromáticas elaboradas a base de extractos naturales eran un símbolo de lujo y prestigio
entre las clases sociales más favorecidas. Estas sustancias eran muy costosas,
por ejemplo el ámbar tenía el mismo valor que el oro o los esclavos. El perfume
obtenido por medio del humo del incienso, de la mirra o de otras resinas o
maderas, se ofrecía no solo a la divinidad sino también a los reyes.
El Kamasutra, como parte obligatoria
del arte, incluye los perfumes para fortalecer ese vínculo mágico entre el olor
y amor.
El Cristianismo, en un exagerado
puritanismo, catalogó el perfume como “artimañas del diablo” que utilizaban las
mujeres para seducir a los hombres, prohibiendo el uso de los perfumes, aunque
las clases sociales más favorecidas continuaron su uso.
Sin embargo, la Biblia misma nos habla del uso tradicional de los perfumes.
En el Nuevo Testamento la hermana de Lázaro unge los pies de Jesús con
perfume. Los tres Reyes Magos regalan
incienso y mirra a Jesús en el pesebre. A su muerte Nicodemo se presentó con cien
libras de Mirra perfumada y áloe. El cuerpo de Jesús fue envuelto con lienzos
perfumados con esta mezcla de aromas, de acuerdo con la costumbre de enterrar a
los judíos. San Juan 19 39-40).
La reina de Saba, entre los
invaluables presentes, regaló perfumes al rey Salomón cuando lo visitó en
Jerusalén. (Siglo X a.C.).
En libros sagrados como La Biblia y
el Talmud mencionan recetas para elaborar fragancias sagradas.
Las Cruzadas sirvieron de motor para
el mercado entre Oriente y Occidente. El
nuevo mundo conocido se inundó con nuevas fragancias y especias. Algo muy positivo fue la costumbre acompañar
el aseo con la aplicación de alguna sustancia aromática.
L. CEDEÑO S.
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