viernes, 22 de mayo de 2015

LOS PERFUMES


“Perfumes de lugares, los que nos recordarán instantes que nos han marcado, momentos únicos e irrepetibles. ¿Sabías que la memoria olfativa es la única que no se deshace?, los rostros de aquellos a los que más amamos se desvanecen con el tiempo, las voces se borran, pero los olores nunca se olvidan”.    Marc Levy

“Perfume de hombre, debilidad de toda mujer”.  Anónimo

“Aplíquese perfume donde quiera ser besada”.  Coco Chanel

Sublime, penetrante, embriagador, sensual, enloquecedor, detestable, regio, escandaloso, sublime, repugnante, fascinante,  inolvidable… Cualquier calificativo es válido para describir  un perfume, porque el gusto por el aroma de un perfume, como otras tantas preferencias del ser humano, es estrictamente individual e íntimo.

Perfume, del latín “per”, por y “fumare”, producir humo, para describir el aroma que produce el humo al quemar sustancias aromáticas.

Todas las civilizaciones antiguas elaboraban los más variados perfumes, de acuerdo a su cultura y disponibilidad de elementos, pues el origen de las fragancias (incienso, mirra, resinas,  flores),  inicialmente  fue ceremonial, para alagar a los dioses.

Desde hace más de cinco mil años tenemos registros de ceremoniales religiosos aromáticos, siendo el sacerdote el encargado de hacer las mezclas de acuerdo a la ocasión.  Así mismo, se utilizaban flores fragantes en los entierros y nupcias.

Actualmente, la palabra “perfume” describe el líquido fragante producto de mezclas de una gran variedad de aceites esenciales (sustancias de origen vegetal), como raíces flores, frutas, semillas, etc., productos sintéticos, como el alcohol, hidrocarburos, cetonas, etc., o aceites de origen animal, como el aceite ámbar, producto de la ballena, la civeta, que proviene del gato o el almizcle de la cabra, entre los más conocidos.  Además, esencias de maderas, principalmente el sándalo y un fijador para que perdure en el cuerpo humano ese aroma agradable al olfato.  En los laboratorios especializados para estos fines se reproducen sustancias aromáticas muy similares a cualquier sustancia natural.

El mayor reto de la industria moderna del perfume ha sido “encontrar un perfume perfecto, que encaje con todos los seres humanos”, un imposible, porque simplemente no existe una fórmula compatible con todos los diferentes efluvios corporales que emanan las personas. Un mismo perfume puede ejercer fascinación o rechazo sobre diferentes individuos.  El ser humano produce unas 500 sustancias químicas distintas, con funciones muy específicas, que se perciben a través del sentido del olfato.  Nos referimos a las feromonas, a través de las cuales transmitimos mensajes directos a otros individuos.  Estos mensajes “involuntarios” reflejan desde nuestro estado de ánimo hasta la predisposición al sexo.   La doctora Winnifred Cutler, del Instituto Athena en Pennsylvania,  fue la primera en sintetizar las feromonas en un laboratorio y presentarlas al mercado como perfume,  para atracción hacia el sexo opuesto.  Los individuos se perfuman tanto para sí mismos, como para los demás, bien para impresionar, como para despertar el interés y los sentidos de los demás.
   
Antiguas escuelas esotéricas enseñaban en la alquimia de parejas los secretos del sentido del olfato.  Enseñaban una técnica muy sencilla… “Si crees que sientes atracción hacia alguien, olfatea su cuello, el alveolo de sus orejas y especialmente su nuca… si no te agrada, aléjate pues no habrá empatía ni de corazón, ni de cuerpo”.  Un conocimiento sabio, antiguo y sencillo para discernir entre la química natural y el disfraz de un perfume.  Cuando una persona nos atrae, nos sentimos bien,  nos gusta su aroma natural; el perfume pasa a un segundo plano, lo que realmente exalta nuestros sentidos es ese aroma particular que emana de la persona.  ¡Ah maravillosa y explosiva experiencia, cuando tenemos la fortuna de combinar un agradable perfume con el embriagante aroma natural de una persona en particular!

El perfume ideal es aquel que se fusiona con los fluidos corporales individuales, esa fragancia que comulga con nuestro aroma natural.  Es todo un arte, producto de la intuición, encontrar esas fragancias afines a nuestra esencia, a nuestros fluidos corporales, a nuestra identidad, ya sean de tipo floral, madera, especias o combinaciones de cualquier tipo.

Afortunadamente, hoy existen muchas combinaciones de productos naturales y de laboratorio, para todos los gustos y en todas las concentraciones.  Encontramos:

  • Perfume: es la forma más concentrada, entre el 15-45% de esencia aromática.
  • Eau de Perfume: (agua de perfume), concentración del ~15%.
  • Eau de Toilette: (gua de baño), concentración del 7-15% (~10%).
  • Eau de Cologne: (agua de colonia),  la misma concentración que el anterior pero con aroma predominantemente cítrico, con  un 3-6% (~5%) de concentrados. 
  • Perfumes Splash: concentración de 1%.  Muy populares entre los productos de aseo personal, suaves, agradables, especialmente en la mañana dan sensación de frescura y “olor a limpio”.
Para los amantes de la historia, aquí les dejamos algunos datos importantes del perfume a través de los tiempos:

El ser humano inicialmente se perfumó, en el escenario místico; al agradar a los dioses, también sentía placer al perfumarse y la satisfacción de producir en los demás una sensación agradable.
 
Desde la civilización sumeria, 2,300 años a.C., se han encontrado registros del perfume, como cosmético de uso personal. Algunos historiadores ubican la aparición del “perfume”  inicialmente en Egipto. En el templo de Edfú, se pueden ver escritas en jeroglíficos recetas  para la elaboración de los perfumes sagrados, aunque se tiene conocimiento del comercio de sustancias aromáticas, como especias, resinas de madera de sándalo para la fabricación de incienso y fragancias, desde la India hacia Egipto, Grecia y Roma. 
  
En la tumba de Tutankamón, descubierta en 1922, se encontró un recipiente con exquisitas pomadas aromáticas que todavía conservaban su fragancia. 

Los Egipcios tenían como ritual agregar a sus baños diferentes clases de aceites.  Con la creencia de que su fragancia agradaba a los dioses; se untaban en el cabello y en el cuerpo pomadas de aceites pesados que tardaban en desvanecerse,  manteniendo su aroma durante largo tiempo. Cleopatra siempre utilizaba esencias, hierbas y flores para aromatizar sus baños.

Uno de los mercados pioneros y más amplios de perfumes fue Grecia.  Los griegos, en el siglo VI a. C., usaban perfumes después del baño y hasta  en los baños de vapor públicos. (Públicos para la clase alta).  El rito de “ungirse” en aceites, antes de las celebraciones, frotando el cuerpo con diferentes fragancias llegó a ser una parte importante de la cultura de la familia griega.  Fue en Grecia donde primero aparecieron sustancias perfumadas aplicadas a la medicina.  Hipócrates, (el gran padre de la medicina), utilizaba gotas de concentrados de plantas y perfumes para tratar ciertas enfermedades.
 
Con la civilización griega nacieron los productos de aseo personal, como ungüentos perfumados, talcos, resinas, etc., que adquiría la alta sociedad.   Como toque de gran elegancia los griegos presentaban los perfumes en exquisitos envases de cerámica.  Cada diseño era una obra de arte.  Mercadearon siete diseños (escenas conmemorativas, animales mitológicos  y  figuras geométricas).  El más famoso fue el frasco  “Lekytos”.  Toda una obra de arte de quien lamentablemente se desconoce su diseñador.
  
Los soldados romanos asimilaron de los griegos las bondades del perfume.  Disfrutaban perfumándolo todo, sus casas, sus ropas, principalmente sus altares.  A través del gran imperio romano, que consumía grandes cantidades de productos aromáticos, estos se hicieron más populares, llegando a ser asequibles al público.  Hasta había fuentes donde brotaba agua perfumada; al igual que los griegos, se aplicaban perfumes de diferentes aromas a cada parte del cuerpo.  Antes de la batalla o en los regresos victoriosos, se humedecían los estandartes de las legiones con fuertes fragancias que se esparcían a su paso al ondearlas. También era común perfumar los salones, vestidos, teatros, armas y hasta los animales domésticos.  Exageraban las fragancias íntimas y ambientales en cualquier ceremonia religiosa, especialmente en los casamientos y entierros.

Llevó más de tres siglos, entre los siglos XVI y XIX, desarrollar esencias con base en alcohol, como las conocemos hoy.  Una aparición casi legendaria fue la famosa “Agua de la Reina de Hungría”, una receta secreta reglada a la reina.

La química, aplicada a la perfumería, conjuntamente con los procesos de destilación que desarrollaron los árabes, permitió perfeccionar las técnicas y mejorar la calidad de los aceites esenciales.  Con la llegada de los árabes a España, Italia y Francia, así como la misma España, se convirtieron en extensas plantaciones de cultivo de plantas aromáticas, cítricos y flores, especialmente lavanda, limonero, violeta y jazmín.  Provenza, Florencia y Venecia fueron los mercados principales del arte de la perfumería, que  evolucionó notablemente al mejorar la destilación y la calidad de las esencias, convirtiendo a Italia en la capital del perfume de la época.

Francia,  capital industrial del Perfume:

Un paso histórico en la industrialización del perfume, ocurrió hacia el año 1200, cuando el Rey Felipe II Augusto de Francia, reconoció como profesión la labor de los artesanos perfumistas, declarando de utilidad social el uso de las sustancias, y hasta se fijaron  lugares específicos de venta para los perfumes. 

Aparecieron entonces las escuelas “formales” de capacitación en la perfumería.  Los estudios, para llegar a ser maestro perfumero tenían una duración de cuatro años.  Estos maestros supervisaban el prensado de pétalos, la maceración de las flores, las mezclas  y cantidades correctas de los ingredientes, para lograr en cada perfume la fórmula correcta.  Posteriormente, varios reyes  más apoyaron la industria del perfume, Juan II en 1357, Enrique III en 1582 y Luis XIV en 1658.  Desde entonces, Francia se convirtió en la capital mundial del perfume.

Los perfumes ya eran parte de la cotidianidad en toda Europa y como toda moda, se tornó en individualista.  La burguesía quería sus propias fragancias y las encargaban a los maestros perfumistas.  Además, la “presentación” del perfume también debía ser personalizada y exquisita, adquiriendo por separado sus envases.  Aparecieron los envases de vidrio exclusivos para perfumes, los cristales cortados y tallados a mano.  Estos envases exclusivos llegaron a ser tan ostentosos, como costosos, convirtiéndose en obras de artes exclusivas que llegaron a incorporar metales, como el oro y la plata, piedras preciosas, e inscripciones.  Como toda obra de arte, eran exhibidas para el deleite de los dueños y los visitantes.

Durante el Renacimiento, en el siglo XVI, se puso de moda perfumar los guantes. La monarquía europea pasó a consumir no solo guantes, sino todo tipo de artículos perfumados en fábrica, como abanicos, bolsas y zapatos, procedentes de Grasse, Provenza.

El siglo XVIII marca el paso de los perfumes de gran alcance destinados a ocultar el hedor en todas partes, con aromas delicados que anuncian un retorno a la naturaleza.  Francia, la corte modelo de refinamiento y elegancia sin igual para toda europea, es el centro de la perfumería y productos perfumados.

Fue María Antonieta, la primera en introducir en la corte francesa la importancia de la higiene personal, una piel fresca y de agradable aroma.  Las damas de la corte de María Antonieta se escandalizaron ante la imposición de la reina de asearse diariamente, acción que ella misma realizaba.  Todo en Versalles era perfumado con sus fragancias de cedro y bergamota.

En la Francia Napoleónica, el perfume pasó de lo artesanal a la industria formal, convirtiendo el perfume en un renglón industrial muy lucrativo.  La exquisitez de las fragancias era importante, pero más aún su presentación con lujosos frascos y atractivas envolturas.

NOTAS CURIOSAS:

Sócrates no era partidario de los perfumes.  Su opinión personal era que una vez perfumados olían de igual manera los esclavos y el hombre libre.

Los chinos solían meter entre sus sábanas pequeños sacos rellenos con materiales aromáticos secos, en sus domicilios quemaba incienso y se bañaban en aguas perfumadas. En las fiestas nocturnas se acostumbraba repartir a los invitados un pequeño trozo de papel con aroma de jazmín, para amortizar el aliento alcoholizado.

En Medio Oriente las sustancias aromáticas elaboradas a base de extractos naturales eran un símbolo de lujo y prestigio entre las clases sociales más favorecidas. Estas sustancias eran muy costosas, por ejemplo el ámbar tenía el mismo valor que el oro o los esclavos. El perfume obtenido por medio del humo del incienso, de la mirra o de otras resinas o maderas, se ofrecía no solo a la divinidad sino también a los reyes.

El Kamasutra, como parte obligatoria del arte, incluye los perfumes para fortalecer ese vínculo mágico entre el olor y amor.

El Cristianismo, en un exagerado puritanismo, catalogó el perfume como “artimañas del diablo” que utilizaban las mujeres para seducir a los hombres, prohibiendo el uso de los perfumes, aunque las clases sociales más favorecidas continuaron su uso. 

Sin embargo, la Biblia misma  nos habla del uso tradicional de los perfumes. En el Nuevo Testamento la hermana de Lázaro unge los pies de Jesús con perfume.  Los tres Reyes Magos regalan incienso y mirra a Jesús en el pesebre.  A su muerte Nicodemo se presentó con cien libras de Mirra perfumada y áloe. El cuerpo de Jesús fue envuelto con lienzos perfumados con esta mezcla de aromas, de acuerdo con la costumbre de enterrar a los judíos. San Juan 19 39-40).

La reina de Saba, entre los invaluables presentes, regaló perfumes al rey Salomón cuando lo visitó en Jerusalén. (Siglo X a.C.). 

En libros sagrados como La Biblia y el Talmud mencionan recetas para elaborar fragancias sagradas. 

Las Cruzadas sirvieron de motor para el mercado entre Oriente y Occidente.  El nuevo mundo conocido se inundó con nuevas fragancias y especias.  Algo muy positivo fue la costumbre acompañar el aseo con la aplicación de alguna sustancia aromática.


L. CEDEÑO S.

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