Desde
que nacemos la sociedad, empezando por
el círculo familiar, nos coloca entre
patrones de conducta y modelos a repetir, empieza a formar en nosotros muros mentales respecto a valores morales y
tradiciones. Nos enseñan de manera drástica
“lo bueno y lo malo”, lo que nos
conviene seguir y lo que no, de acuerdo a las enseñanzas recibidas. Nos implantan parámetros extremos que de
adultos nos impiden visualizar situaciones desde nuestro propio punto de vista,
porque nos han limitado a una visión de “blanco o negro”. Así,
tenemos implantada la asociación
del blanco como lo bueno, con su simbología de pureza, bondad, perfección,
inocencia, etc., y que lo malo es negro, simbolizando la oscuridad, ilegalidad,
secreto…
Sin
embargo, la vida tendremos que afrontarla tal como es. Nos presentará situaciones en las cuales nos
sentiremos “a oscuras”, donde tendremos que tomar decisiones que no serán
totalmente en blanco ni totalmente en negro, porque eso es la vida, un juego de
luces y sombras. La vida estará manifestándose ante nosotros con sus matices
para obligarnos a crecer, a ejercer nuestro libre albedrío. Será en esas situaciones cuando para resurgir
tendremos que filtrar los conceptos asimilados, como se filtra la luz, algo que no podremos realizar sin detenernos a
analizar, como atenuantes, todas las gamas de grises, atravesando ese negro
profundo hasta llegar al destello de la blancura.
Pasar
de blanco y negro a color, dejar de ser “recalcitrantes”, abrir nuestra mente a
nuevos conceptos de vida, (científicos,
sociales, tecnológicos, etc.), sin perder la esencia de los valores, comprender
que no hay que juzgar o proceder escogiendo los extremos aprendidos como única
opción, requiere mucho
discernimiento. La esencia de conceptos
ya asimilados, almacenados y clasificados como blanco o negro, son un muro
sólido muy difícil de penetrar, necesitaríamos muchas vidas y afrontar muchas
situaciones extremas para derribar esa
muralla piedra a piedra, y aun así quedarían los cimientos, las dudas, porque
en nuestra mente esos parámetros de vida no se cambian oprimiendo un
botón.
Está
comprobado que el color, como los placeres de la vida, envuelve, atrapa,
disfraza la realidad. Es aquí donde se
encuentra el reto de vida; en utilizar esa amplia paleta de colores que se nos
ofrece sin deslumbrarnos, tomando e interiorizando los matices que nos ayuden a
separar la realidad de la ficción, tratando de comprender y aceptar los
“atenuantes” al filo de lo real, lo correcto.
Las
nuevas generaciones manejan una
amplísima paleta de colores para mirar
la vida, no siempre exitosamente, porque la educación que reciben hoy, es
igualmente de mentalidad muy amplia, tal vez con demasiada información,
demasiado colorido, carente de principios y valores sólidos.
Siempre
tendremos la opción de quedarnos en el blanco y negro, sobre todo a
conveniencia propia, para establecer un perímetro de defensa, reforzando ese
muro que puede aislarnos del mundo de hoy.
La vida
cambia constantemente, la diferencia generacional nos desafía, pone a prueba
nuestra capacidad de evolucionar y ajustarnos al mundo que nos rodea, nos presenta un colorido, a veces bastante
agresivo, que forzosamente tendremos que
aprender a manejar porque nada en la
vida es absolutamente negro ni absolutamente blanco, todo dependerá de la
actitud y buena elección de matices que usemos para enfrentarla.
L.
CEDEÑO S.
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