Un nuevo-viejo pecado de naturaleza humana
El enriquecimiento por legado, por arduo trabajo o fortuito nunca ha sido motivo de reproche o duda de la honestidad del hombre, tampoco ha reñido con su desarrollo espiritual. Antes bien, le suma cualidades personales y sociales en la medida en que utiliza sabiamente su patrimonio. Las normas del buen comportamiento humano de antiguas sociedades y religiones (Cristianismo, Islám, Hinduismo, Budismo, Judaísmo), solo para mencionar algunos, nunca han sancionado la riqueza material.
El enriquecimiento por legado, por arduo trabajo o fortuito nunca ha sido motivo de reproche o duda de la honestidad del hombre, tampoco ha reñido con su desarrollo espiritual. Antes bien, le suma cualidades personales y sociales en la medida en que utiliza sabiamente su patrimonio. Las normas del buen comportamiento humano de antiguas sociedades y religiones (Cristianismo, Islám, Hinduismo, Budismo, Judaísmo), solo para mencionar algunos, nunca han sancionado la riqueza material.
Pero
cuando hablamos de enriquecimiento obsceno a expensas del prójimo no podemos
evitar asociarlo a lo ilícito, tanto en
el plano de las leyes del hombre, como en el plano de las leyes divinas.
Toda
sociedad, para que exista una efectiva convivencia, tiene que estar conformada
por leyes que impongan orden, buen comportamiento y castiguen las faltas a esas leyes, en igualdad
para todos los seres humanos que conformen esa sociedad. Un pilar fundamental
para la elaboración de códigos de comportamiento humano ha sido siempre la
religión. Encontramos por ejemplo el código de ley más antiguo del cual se
tenga conocimiento: “El Código de Hammurabi”, Mesopotamia, 1750 a. c., el rey del mismo nombre recibió el código directamente del dios Shamash,
dios del sol y la justicia. El
Corán, fue revelado por Dios al profeta
Muhammad, a través del Ángel Gabriel. En
la Biblia, Moisés recibe
el Decálogo de los 10 Mandamientos directamente de Dios.
Si
definimos ley, como herramienta del hombre, diríamos: “Precepto dictado por la
autoridad competente, en que se manda o se prohíbe algo en consonancia con la
justicia y para el bien de los gobernados”. Según
la ley de Dios: “Precepto u orden de un superior a un inferior”.
Así
como se modifican las leyes del hombre, de acuerdo a la evolución, los hechos
históricos, nuevos descubrimientos médicos o tecnológicos, en la modernización
de la religión católica encontramos actualizaciones, identificando nuevas
modalidades de transgresión a las leyes de Dios y por tanto, del hombre mismo.
El
“Decálogo de los 10 Mandamientos de la Ley de Dios” entregado a Moisés, base
para la elaboración de leyes universales, ha sido transgredido por la humanidad
de tantas formas, que practicando solo el primer mandamiento, “Amar a Dios
sobre todas las cosas”, aún con los cambios
del nuevo milenio, no hubiera sido necesario adicionar como falta grave los
“Nuevos pecados Sociales”.
El 10
de marzo de 2008, el Tribunal de la Penitenciaría Apostólica del Vaticano,
divulgó la actualización de los
denominados “Nuevos pecados Sociales” en adición a los “Pecados
Capitales”. Recordemos los pecados capitales originales, promulgados por el papa
Gregorio Magno, en el siglo VI, con su virtud correlativa: Lujuria – virtud castidad, Gula /Ebriedad – virtud, moderación, continencia, templanza,
Avaricia – virtud,
generosidad, desprendimiento, Pereza
– virtud, laboriosidad, diligencia, Ira
– virtud, paciencia, serenidad, Envidia
– virtud, caridad, conformidad, Soberbia
– Virtud, humildad.
Los nuevos
pecados sociales (pecados capitales)
adicionados por la Iglesia Católica en el 2008, son:
- Realizar manipulaciones genéticas
- Llevar a cabo experimentos sobre seres humanos, incluidos embriones.
- Contaminar el medio ambiente
- Provocar injusticia social
- Causar pobreza
- Consumir drogas, y;
- Enriquecerse hasta límites obscenos a expensas del bien común.
Este
último nos llama mucho la atención, porque lo percibimos, lo palpamos, no solo a
nuestro alrededor, sino en el mundo entero. Es increíble las cifras que escuchamos, en
negociaciones y escándalos financieros, cuyos ceros ya no caben en
pantalla. El
enriquecimiento a expensas del bien común, por supuesto, estará siempre fuera de la moralidad. Las
negociaciones de insumos y servicios entre conglomerados, particulares e
incluso entre naciones, son innumerables e imperdonables. Imperdonables no solo porque violan las
leyes, sino porque en la misma medida afectan a los seres humanos, afectan su
calidad de vida, afectan su esencia, su espíritu.
Claro
que esto no es nuevo, el enriquecimiento con base, por ejemplo en las guerras,
es tan antiguo como el hombre mismo.
Apoderarse de los bienes del adversario siempre ha sido parte de la
historia. Las invasiones a otros pueblos
para obtención de ganancias materiales, la explotación minera que sacrifica la
flora, la fauna y la salud humana, la contaminación de las aguas, el tráfico de
personas (incluyendo varias modalidades de
esclavitud), el contrabando, las sustancias ilícitas, no son crímenes
modernos contra la humanidad, solo que en el presente, con el alcance de las
comunicaciones, los hechos se denuncian, se conocen.
El
pecado social del “Enriquecimiento obsceno a expensas de los demás” envuelve y genera otros pecados; atropella la
dignidad, causa sensación de impotencia, desmoraliza, fomenta el soborno, la prevaricación, el
fraude y sobre todo, fomenta el tráfico de influencia, que es un mal difícil de
detectar y castigar, un mal que permea todas las instancias, trae corrupción y
todas las faltas a la ética y la moral; el tráfico de influencia puede comprar todo
aquello que el dinero fácil puede pagar, un mal que no se menciona como pecado
grave.
Por
supuesto que hay que catalogar como pecado social la falta de transparencia en
el manejo de los fondos públicos.
Funcionarios de gobiernos que se enriquecen obscenamente, privando a sus
ciudadanos de derechos básicos, como la
salud, la alimentación y la educación, para
no mencionar otros derechos que los gobiernos, principalmente de países del
tercer mundo, ni siquiera consideran como necesarios. ¿Puede haber mayor pecado
que enriquecerse causando desnutrición o enfermedades? ¿Qué pecado puede ser
más grave que enriquecerse sustituyendo los medicamentos por placebos?
Es triste
reconocer que la humanidad sigue evolucionando, cometiendo los mismos errores,
potencializando su capacidad para el mal. Más triste aún es pensar que no importa
cuántas nuevas leyes o cuántos pecados nuevos se adicionen, porque por avaricia,
el hombre viola todas las leyes. Muy atrás quedó la “Ley de Talión” (hacer al
agresor lo mismo que hizo a su víctima). El hombre ha perdido el temor a sus
propias leyes y a las leyes de Dios, se burla de las leyes y se ampara en la
impunidad. Lamentablemente, la naturaleza perversa siempre ha habitado en el interior
algunos seres humanos.
El enriquecimiento
obsceno a expensas de los demás, es
doblemente pecaminoso porque no solo involucra otros pecados sociales ya mencionados:
“Causar Pobreza” y “Provocar Injusticia Social”, sino porque toda acción en desmedro
de la calidad de vida, el desarrollo y el bienestar humano, toda acción que
cause infelicidad, toda acción que cause desigualdad, atenta contra la ley del
hombre y las leyes divinas.
Se ha demostrado que crear
nuevas leyes o detectar, actualizar o adicionar nuevos pecados, no ha resuelto los problemas del mundo, ya tenemos cientos de leyes, decálogos y listas de pecados en todas las
religiones. Leyes humanas y divinas que
el hombre en su naturaleza hostil transgrede continuamente.
Educar desde el núcleo familiar mismo,
transmitir valores que se han perdido, despertar esa chispa divina que habita
en cada ser, fomentar el amor al prójimo, restar atención al materialismo,
podría formar un mundo que albergue generaciones de mejores seres humanos.
L. CEDEÑO S.