A CADA PERSONA A QUIEN PREGUNTES TE DARA UNA RESPUESTA DIFERENTE SOBRE LA FELICIDAD Y TODOS ESTARAN EN LO CIERTO, PORQUE LA FELICIDAD DEPENDE DEL INTERIOR DE CADA UNO...
“Summun bonum” o el bien supremo, la consideraban los filósofos. En latín, derivada del vocablo “Felícitas” sobre la felicidad se ha escrito casi tanto como del amor, el desamor o la guerra.
La felicidad en el mundo moderno se asocia
erróneamente con el dinero y las satisfacciones que éste proporciona. La alegría que sentimos con la adquisición de
cosas materiales tendemos a confundirla con la felicidad. Sin embargo, la alegría es un
momento, es efímera porque obedece a una emoción, a una circunstancia. Por supuesto, cuando estamos alegres, por la
razón que sea, nos sentimos felices. La
alegría, el placer del momento pasa, pero la felicidad va más allá porque más
que emocional es psicológica, es un estado interior, un sentimiento, es más serena,
sosegada, más plena, porque cuando entendemos el verdadero sentido de la
felicidad hemos aprendido a sentirla y sobre todo a cultivarla, cuidarla y
disfrutarla internamente. La felicidad se construye en la medida de nuestras
experiencias personales, pasando por algo así como una alquimia personal, hemos entendido que la felicidad no es un
estado de perfección en nuestra vida ni en nuestro entorno.
Como seres
humanos imperfectos siempre vamos a desear alcanzar ese “algo” que creemos nos
hará más felices. Muchas personas pasan toda su vida diciendo: “Voy a ser felíz
el día que…”, esperan toda la vida un milagro o un evento que no llega. Aceptar nuestras limitaciones, ubicarnos en
nuestra realidad de vida no es ser conformistas, no es motivo para dejarnos
arropar por la frustración y la depresión, enemigos de nuestra paz interior y
nuestra vida presente.
Se trata de
valorar lo que se tiene y utilizarlo de la mejor manera para nuestro bienestar. Valorar y agradecer aquellas cosas que nos
proporcionan satisfacción interior, cosas grandes o pequeñas de nuestro diario
vivir, que nos hacen sonreir al pensarlas. Si las enumeramos, nos
sorprenderemos de tantas bondades por las que tenemos que dar gracias. Muchas
personas ni siquiera saben que son felices porque no han identificado sus
propios elementos de felicidad, tesoros invaluables como la prosperidad en
muchos aspectos de su vida.
Si nos
comparamos con los demás nunca encontraremos nuestra propia felicidad. Nuestra
felicidad jamás será la de nuestro amigo, familiar o vecino porque cada uno
tiene una visión diferente sobre ella. En
la medida que disfrutamos nuestra felicidad personal, desplazamos la depresión,
bajamos el estrés y la angustia.
Propiciar
momentos felices, disfrutarlos, compartirlos y alargarlos en lo posible, alimenta
nuestra felicidad interior. Recordemos que la felicidad compartida, se
multiplica, se contagia y se disfruta porque la felicidad se trata de eso, de
encontrar felicidad en las pequeñas cosas que nos proporcionan satisfacción en
el diario vivir.
l. Cedeño S.
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