viernes, 18 de enero de 2013

VIDA



Una corta palabra que escuchamos o pronunciamos a diario y en cuya definición no se ponen de acuerdo científicos, poetas, matemáticos y religiosos pues así como depende del crisol con que se mira, también depende de cada individuo…  En lo que sí estamos de acuerdo es que es un proceso de nacer, crecer, reproducción hacia nuevas generaciones, evolución por aprendizaje individual y muerte.  Escuchamos la palabra vida como un genérico y lo es en el buen sentido de la palabra porque todo lo que nos rodea, conlleva el aliento divino.

Nos colocan en este mundo para vivir nuestra  “vida individual”  sin un manual de instrucciones, sólo con una herramienta común, los cánones de conducta transmitidos y heredados de la cultura de nuestros padres y la sociedad donde experimentaremos  las diferentes etapas que harán de cada individuo lo que  espera de él en el mundo de hoy: Un hombre de bien, que tiene que educarse y competir en muchos escenarios para ser exitoso.  Un ser humano que al final compartirá el deseo común de la humanidad: El bienestar en todos los aspectos de su vida… El resumen de la vida, que llamamos La Felicidad.

Durante toda nuestra existencia, en diferentes círculos de personas y diferentes circunstancias, estaremos interactuando con  distintas personas de las cuales aprenderemos o a las cuales daremos enseñanzas.  Transitamos por el mundo, recorriendo o inventando caminos, viviendo nuestros aciertos y desaciertos, en ese eterno presente, mirando hacia un futuro que aún no llega y un pasado que simplemente ya pasó,  tratando de descifrar lo que llamamos destino y alcanzar la meta final de Bienestar y Felicidad.

Despertamos un día y vemos que, lo que llamamos vida es un conjunto de altibajos y experiencias muchas veces repetitivas pues los eventos pueden ser recurrentes en nuestro alrededor y aunque no podamos evitarlos  sí podemos no repetir la experiencia cambiando nuestra manera de reacción y acción frente a éstos.    En ese despertar descubrimos que el “Nunca jamás” no existe, como tampoco existe el “Para siempre”. A partir de ese momento podemos limpiar nuestro entorno, borrar todo aquello que sabemos lastima o simplemente no nos sirve de nada, dar gracias por las experiencias y el aprendizaje que nos ha dejado, dejando que entre a nuestro interior un rayito de luz.  

Es sano para nuestro cuerpo físico y nuestro interior aprender a vivir la vida presente de la mejor manera posible, continuando la interacción con todo lo que nos rodea, pues en estos tiempos es difícil convertirse en monje o ermitaño y aislarnos del mundo exterior, sigamos aprendiendo, extendiendo y disfrutando al máximo cada momento feliz, buscando un momento de brillo a cada día… Es entonces cuando no nos importará si procedemos de la sopa biológica o si somos polvo de estrellas.  Vivamos de la mejor manera posible, esta vida, la que vivimos ahora!


 L. CEDEÑO S.

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