Una corta palabra que escuchamos o pronunciamos a diario y en cuya
definición no se ponen de acuerdo científicos, poetas, matemáticos y religiosos
pues así como depende del crisol con que se mira, también depende de cada
individuo… En lo que sí estamos de
acuerdo es que es un proceso de nacer, crecer, reproducción hacia nuevas
generaciones, evolución por aprendizaje individual y muerte. Escuchamos la palabra vida como un genérico y
lo es en el buen sentido de la palabra porque todo lo que nos rodea, conlleva
el aliento divino.
Nos colocan en este mundo para vivir nuestra “vida individual” sin un manual de instrucciones, sólo con una
herramienta común, los cánones de conducta transmitidos y heredados de la
cultura de nuestros padres y la sociedad donde experimentaremos las diferentes etapas que harán de cada
individuo lo que espera de él en el
mundo de hoy: Un hombre de bien, que tiene que educarse y competir en muchos
escenarios para ser exitoso. Un ser
humano que al final compartirá el deseo común de la humanidad: El bienestar en todos los aspectos de su
vida… El resumen de la vida, que llamamos La Felicidad.
Durante toda nuestra existencia, en diferentes círculos de personas y diferentes
circunstancias, estaremos interactuando con
distintas personas de las cuales aprenderemos o a las cuales daremos enseñanzas.
Transitamos por el mundo, recorriendo o
inventando caminos, viviendo nuestros aciertos y desaciertos, en ese eterno
presente, mirando hacia un futuro que aún no llega y un pasado que simplemente
ya pasó, tratando de descifrar lo que
llamamos destino y alcanzar la meta final de Bienestar y Felicidad.
Despertamos un día y vemos que, lo que llamamos vida es un conjunto de
altibajos y experiencias muchas veces repetitivas pues los eventos pueden ser
recurrentes en nuestro alrededor y aunque no podamos evitarlos sí podemos no repetir la experiencia
cambiando nuestra manera de reacción y acción frente a éstos. En ese despertar descubrimos que el “Nunca
jamás” no existe, como tampoco existe el “Para siempre”. A partir de ese
momento podemos limpiar nuestro entorno, borrar todo aquello que sabemos
lastima o simplemente no nos sirve de nada, dar gracias por las experiencias y
el aprendizaje que nos ha dejado, dejando que entre a nuestro interior un
rayito de luz.
Es sano para nuestro cuerpo físico y nuestro interior aprender a vivir
la vida presente de la mejor manera posible, continuando la interacción con
todo lo que nos rodea, pues en estos tiempos es difícil convertirse en monje o ermitaño
y aislarnos del mundo exterior, sigamos aprendiendo, extendiendo y disfrutando
al máximo cada momento feliz, buscando un momento de brillo a cada día… Es
entonces cuando no nos importará si procedemos de la sopa biológica o si somos
polvo de estrellas. Vivamos de la mejor
manera posible, esta vida, la que vivimos ahora!
L. CEDEÑO S.
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