Convivir
En los primeros años de vida
vagamos sin un propósito determinado en lo referente a nuestra relación con las
personas que nos rodean. Es en el
entorno familiar, cada vez más reducido, pues las familias tienden a
ser menos numerosas, donde vamos a recibir las primeras nociones de educación,
valores y principios éticos y morales. Es donde por primera vez estaremos expuestos a sentimientos como la
compasión, la sensibilidad, el amor fraternal, la tristeza o la felicidad, entre otros. Inevitablemente surgirá la necesidad de relacionarnos con otros seres
humanos fuera del entorno familiar.
Entraremos entonces en un mundo de “compartir” con los compañeros de
escuela, quienes podrían llegar a ser los futuros amigos, profesores, personas extrañas que entrarán en
nuestra vida y necesariamente tendremos
que aceptar como parte de nuestro día a día, enseñándonos otras emociones. Conoceremos
la competencia, los celos, la crueldad, la
frustración, la afinidad con cierto tipo de personas, etc. Desde la temprana edad, la vida ya nos está
preparando, para recorrer el largo
camino de conocer y compartir con diferentes personas, en diferentes círculos de
las etapas de la vida, para enfrentar la parte más difícil e
indispensable que deberemos aprender y trabajar hasta el fin de nuestra
existencia: “Convivir con las demás personas”.
Convivir con los demás
inevitablemente nos zambullirá en la vida misma, porque la convivencia implica
no sólo compartir un espacio, sino también aplicar el aprendizaje básico que
traemos desde la niñez, como es el respeto a las normas y el cumplimiento de las responsabilidades que se
derivan de cada actividad que realizamos. Convivir implica enfrentar la vida
con las herramientas que tengamos, la capacidad para manejar situaciones
cotidianas, roces, conflictos menores, que incidirán directamente en el
desarrollo y madurez que necesitamos para el buen desenvolvimiento de nuestra vida adulta.
Relacionarnos, convivir con los que nos rodean, en el hogar, el trabajo y especialmente en la
relación de pareja (donde convivir es una responsabilidad por encima del amor)
requiere un mínimo de humildad, amabilidad,
educación, cultivar día a día la tolerancia, tratando de fomentar la
armonía y la comprensión, entendiendo que “cada cabeza es un mundo” aceptando a
los demás como son, aceptando que nadie cambia a nadie, que podemos tener
perspectivas diferentes, muchas veces hasta por idiosincrasia, porque somos
únicos… Cierto que, en ocasiones
tendremos que respirar muy profundamente, ondear el capote, pasando la más
emocionante verónica, guardando sólo para nosotros un asombroso OOleee!!!
Dicen diferentes doctrinas que la
convivencia y la vida en general, sería
muy sencilla si todos aplicáramos la regla de oro universal que reza: “No
hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti “. Saber convivir es el factor más importante
para alcanzar el ambicionado estado de sosiego, la ansiada felicidad, el
esperado bienestar que a veces tarda en llegar, y sobre todo, la imprescindible salud mental, espiritual y
física, elementos primordiales para nuestra calidad de vida. Al final, el éxito de la convivencia se
reduce a cultivar desde la niñez dos valores básicos: Educación y Respeto al
prójimo.
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