miércoles, 23 de enero de 2013

CONVIVIR


Convivir
En los primeros años de vida vagamos sin un propósito determinado en lo referente a nuestra relación con las personas que nos rodean.  Es en el entorno familiar, cada vez más reducido, pues las familias tienden a ser menos numerosas, donde vamos a recibir las primeras nociones de educación, valores y principios éticos y morales. Es donde  por primera vez  estaremos expuestos a sentimientos como la compasión, la sensibilidad, el amor fraternal, la tristeza o la felicidad, entre otros.  Inevitablemente surgirá  la necesidad de relacionarnos con otros seres humanos fuera del entorno familiar.  Entraremos entonces en un mundo de “compartir” con los compañeros de escuela, quienes podrían llegar a ser los futuros amigos,  profesores, personas extrañas que entrarán en nuestra vida y  necesariamente tendremos que aceptar como parte de nuestro día a día, enseñándonos otras emociones. Conoceremos la competencia, los celos,  la crueldad, la frustración, la afinidad con cierto tipo de personas, etc.  Desde la temprana edad, la vida ya nos está preparando,  para recorrer el largo camino de conocer y compartir con diferentes personas, en diferentes círculos de las  etapas de la vida,  para enfrentar la parte más difícil e indispensable que deberemos aprender y trabajar hasta el fin de nuestra existencia:  “Convivir con las demás personas”.
Convivir con los demás inevitablemente nos zambullirá en la vida misma, porque la convivencia implica no sólo compartir un espacio, sino también aplicar el aprendizaje básico que traemos desde la niñez, como es el respeto a las normas y el  cumplimiento de las responsabilidades que se derivan de cada actividad que realizamos. Convivir implica enfrentar la vida con las herramientas que tengamos, la capacidad para manejar situaciones cotidianas, roces, conflictos menores, que incidirán directamente en el desarrollo y madurez que necesitamos para el buen  desenvolvimiento de nuestra vida adulta.
Relacionarnos, convivir con los que nos rodean, en el hogar, el trabajo y especialmente en la relación de pareja (donde convivir es una responsabilidad por encima del amor) requiere un mínimo de humildad, amabilidad,  educación, cultivar día a día la tolerancia, tratando de fomentar la armonía y la comprensión, entendiendo que “cada cabeza es un mundo” aceptando a los demás como son, aceptando que nadie cambia a nadie, que podemos tener perspectivas diferentes, muchas veces hasta por idiosincrasia, porque somos únicos… Cierto que,  en ocasiones tendremos que respirar muy profundamente, ondear el capote, pasando la más emocionante verónica, guardando sólo para nosotros un asombroso  OOleee!!!
Dicen diferentes doctrinas que la convivencia y la vida en general, sería  muy sencilla si todos aplicáramos la regla de oro universal que reza:   “No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti “.   Saber convivir es el factor más importante para alcanzar el ambicionado estado de sosiego, la ansiada felicidad, el esperado bienestar que a veces tarda en llegar, y sobre todo,  la imprescindible salud mental, espiritual y física, elementos primordiales para nuestra calidad de vida.    Al final, el éxito de la convivencia se reduce a cultivar desde la niñez dos valores básicos: Educación y Respeto al prójimo.

L. Cedeño S.

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