Damos tanta importancia al lenguaje oral, al sentido de las palabras,
que desde niños creamos paradigmas, no siempre exactos, sobre el verdadero
significado de muchas palabras que utilizamos en nuestro diario vivir. Hemos
visto el origen de la creación del mundo y de la humanidad, a partir del
pronunciamiento de la palabra. Hemos
escuchado o leído en el Génesis: “Dijo
Dios “… Así, con palabras, Dios le
dio nombre a la luz, los cielos, la tierra, etc., hasta llegar a la creación
del Ser Humano, también dándole un nombre, una palabra que los distinguiera: Hombre
y Mujer. Si observamos, en todo el
proceso de la creación utilizó el verbo, inclusive en el séptimo día, cuando
manifestó que se sintió satisfecho de su obra. Dios habló al hombre y a la mujer, los dotó del habla, les
dio instrucciones verbales, que ellos escucharon.
El “Don” o regalo de la palabra fue tan respetado entre muchas antiguas
culturas, hasta el punto de limitar a rituales,
cánticos, alabanzas u oraciones, la
pronunciación de ciertas palabras o
vocablos, reservándolos sólo para sacerdotes y elegidos. Esa
facultad divina de hablar y escuchar, otorgada a los seres humanos, será
determinante, desde los primeros años de vida, en su futura educación y en la
calidad de su comunicación personal.
Las palabras no existen por si mismas, están íntimamente ligadas al
pensamiento y la razón, tanto como al corazón o plano de los sentimientos. Es por eso que debemos ser cuidadosos para no
desarmonizar, provocar que lastimen o generen discordia. Recordemos que el
verbo moviliza multitudes, crea o destruye la vida, porque tiene el poder de
propiciar la Paz o la guerra.
La palabra permanece guardada en los planos sutiles, en el yo interior,
pero una vez pronunciada, llega al plano físico de la manifestación y no habrá
marcha atrás. Cada palabra que pronunciamos representa en sí misma una
vibración, la vibración que, por uso y significado cultural le hemos
atribuido. Esa vibración de la palabra,
ya pronunciada, impregna nuestro
alrededor, viaja en el universo, acciona y regresa con su respectiva reacción
en las personas que escuchan y en nosotros mismos. Al cuidar nuestro lenguaje,
cuidamos la vibración de nuestro entorno y nuestro ser interior. Muchos notables están de acuerdo que, con un
buen propósito, el creador nos dotó con dos ojos para observar, dos oídos para
escuchar, dos fosas nasales para respirar, dando tiempo a pensar, y una sola boca, para hablar menos.
Las palabras crueles, que causan humillación, tristeza y lastiman,
generan vibraciones negativas que producen en el ser humano resentimientos,
odio o rencor. Sentimientos que no curan
ni el tiempo, ni el perdón… Aún el
afectado “perdone”, siempre recordará las palabras que lo lastimaron porque las
palabras, no siempre se las lleva el viento y el tiempo.
En nuestro vocabulario diario, inconscientemente utilizamos ciertas
palabras, modismos, refranes o consignas
“inapropiados” que pueden rayar en la
vulgaridad, causando disgusto a quienes nos rodean. ¡Cuidado! El malestar que genera a quien le
disgusta escucharlo, también regresa hacia quien lo ha pronunciado. Muchas veces una muletilla o palabra
discordante tiene más que ver con la entonación, la fuerza y la vibración con
que se pronuncia, que con el sentido
mismo de la palabra. Por algo dicen que “La persona se reconoce por su
lenguaje”, por su manera de expresarse…
He aquí algunas consideraciones de notables en relación al don de la
palabra:
- Nuestro lenguaje forma nuestra vida y hechiza nuestro
pensamiento. Albert Einstein
- Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus
palabras. W. Shakespeare
- Las palabras bondadosas son la mejor música terrenal y
esta música todo el mundo la puede tocar. Noel Clarasó
- A menudo me he tenido que comer mis palabras y he
descubierto que eran una dieta equilibrada. Winston Churchill
- Cuanto más estrecha la mente, más grande la boca. Ted Cook
- La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento
tranquilizador tan eficaz como lo son unas palabras bondadosas. Sigmund Freud
- Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta
para aprender a callar. Ernest
Hemingway
- No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que
sus palabras. Juan Luis Vives
- Quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones
para levantar la voz. Leonardo
Da Vinci
- Panal de miel son las palabras suaves. Salomón
- Las 7 frases más difíciles de pronunciar: 1. Fui yo, 2. Perdóname, 3. Tenías razón, 4. Me
gustas, 5. Te amo, 6. Me equivoqué, 7. Adiós. Anónimo
Al hablar, no se trata de ser sumisos o demostrar debilidad de carácter
por manifestar cortesía o amabilidad. Podemos exponer nuestras ideas con firmeza y determinación, decir un “Sí” o
un “No” rotundo, sin ofender, sólo utilizando las palabras correctas, claras y
concisas, respetuosamente. Tratemos de incluir en nuestro vocabulario palabras
que sabemos son de buena vibración, como aquéllas que derivan de los nombres o
dones de las Arcangelinas, tales como: Caridad, gracia, esperanza, felicidad,
fe, paz, alegría, compasión, constancia (Constanza),
armonía y otras tantas.
En el plano físico las puertas no abren con un “Abrete Sésamo” sino
pronunciando un mágico “POR FAVOR”, mejor si va acompañado de una
sonrisa. En el mundo espiritual, es aún
más fácil, las puertas se abren con un simple “GRACIAS”. Cada vez que agradecemos a la divinidad las
cosas que nos llegan, con esta maravillosa palabra, esa energía va al universo,
se purifica y regresa multiplicada en
vibraciones positivas, en bendiciones.
Apliquemos la trilogía mágica de la palabra hablada al diario
vivir: Saludo, Por Favor y Gracias!
MIL GRACIAS!!! Bendiciones a todos los que han leído este
tema.
L. Cedeño S.