viernes, 7 de noviembre de 2014

LA LLAVE DE ORO

Las dificultades, sufrimiento, preocupaciones de cualquier naturaleza son parte del hombre mismo. Los grandes maestros de diferentes creencias coinciden en un punto importante: “La preocupación no resuelve nuestros problemas, solo los agrava porque cuando estamos preocupados no pensamos con claridad.  Una mente y espíritu en paz nos lleva al resultado que necesitamos”.  

El Reverendo Emmet Fox, irlandés, 1886-1951, Ministro de la Iglesia de la Ciencia Divina, destacado escritor sobre temas espirituales, nos ha dejado un precioso regalo, enseñándonos cómo resolver nuestras necesidades de manera perfecta y en armonía divina, un regalo al que llamó: La Llave de Oro…

La oración científica te capacitará para liberarte a ti mismo o liberar a cualquier otra persona de toda dificultad.  Es la llave de oro de la armonía y la felicidad.

Para quienes no están familiarizados con el poder más grande que existe, esto puede parecer una afirmación apresurada, pero sólo bastará que se haga una honesta prueba para demostrar sin lugar a dudas que es cierto.  No necesitas creer en lo que se te diga al respecto, sencillamente pruébalo y verás.

Dios es omnipotente, hemos sido hechos a su imagen y semejanza, y tenemos dominio sobre todas las cosas.  Esta es la enseñanza inspirada y debe  interpretarse literalmente por lo que representa.  Todos tenemos la habilidad para disponer de este poder, no es la prerrogativa especial del místico o del santo, como se supone frecuentemente, ni aún del practicante mejor entrenado.  Quienquiera que seas, dondequiera que estés, la llave de oro de la armonía se encuentra en tu mano ahora mismo.  La razón de ello es que en la oración científica es Dios el que obra, no tú, por lo cual tus limitaciones y debilidades particulares no entran para nada en el asunto.  Tú eres únicamente el canal por medio del cual tiene lugar la acción divina y para recibir los beneficios de este tratamiento sólo tienes que hacerte a un lado.  Los principiantes obtienen con frecuencia resultados asombrosos con las primeras pruebas, porque lo único esencial es mantener una mente receptiva y suficiente fe para probar el experimento.  Aparte de eso se puede mantener cualquier punto de vista religioso o no tener ninguno.

En cuanto al método de funcionamiento, como todas las cosas fundamentales, es la sencillez misma.  Todo lo que tienes que hacer es: Dejar de pensar en la dificultad, y en su lugar pensar en Dios.  Esta es la regla completa y si no haces más que esto, la dificultad, cualquiera que sea, no tardará en desaparecer.  No importa qué clase de dificultad sea.  Puede ser grande o pequeña, puede ser concerniente a la salud, las finanzas, un pleito judicial, una riña, un accidente o cualquier otra cosa concebible; pero sea lo que fuere, simplemente deja de pensar en ello y en su lugar piensa en Dios – eso es todo lo que tienes que hacer.     ¿No podría ser más fácil, verdad?  Dios no pudo haberlo hecho más simple y sin embargo, este método nunca falla cuando se aplica debidamente.

 No  trates de formar una imagen mental de Dios, lo cual es imposible.  Repite todo aquello que sepas acerca de Dios.   Dios es Sabiduría, Verdad, Amor.  Dios está presente en todas partes; tiene infinito poder; todo lo sabe; y así sucesivamente.  No importa lo bien que creas entender estas cosas; repítelas sin cesar.

Pero debes dejar de pensar en la dificultad, cualquiera que sea.  La regla es pensar en Dios y,  si estás pensando en la dificultad, es que no estás pensando en Dios.  El observar incesantemente los asuntos para ver como marchan, es fatal, porque  esto equivale a pensar en el problema, y debes pensar en Dios y en nada más.  Tu propósito es remover la dificultad de tu conciencia, al menos por unos momentos, reemplazándola con un pensamiento en Dios.  Esto es lo esencial de todo. Si te quedas tan absorto en esta consideración del mundo espiritual de manera que por algún tiempo olvidas la dificultad, te encontrarás seguro y cómodamente libre de esa dificultad – habrás llevado a cabo tu demostración.

Para aplicar la llave de oro a alguna persona que te incomoda o a una situación difícil, piensa: “Voy a aplicar a (tal persona) la llave de oro, o a ese peligro que me amenaza”;  luego procede a desalojar de tu mente todo pensamiento que atañe a fulano/fulana o al peligro, reemplazándolo con el pensamiento de Dios.

Al hacer esto con una persona, no buscas influenciar su conducta de ninguna manera, sino que le impedirás que te haga daño o te moleste y con eso sólo le harás un bien.  De allí en adelante es seguro que será una mejor persona, más iluminada y espiritual, porque simplemente le has aplicado “La llave de oro”.  Un pleito judicial que esté pendiente o cualquier otra dificultad probablemente se desvanecerá sin hacerse más grave, impartiéndose justicia a todos los interesados.

 Si descubres que puedes hacer esto con facilidad, repite el proceso varias veces al día con intervalos entre ellos.  Sin embargo, asegúrate de que cada vez que lo haces, retiras todo pensamiento del asunto.    Esto es muy importante.

Hemos dicho que la llave de oro es sencilla y sí lo es, pero, por supuesto no siempre es fácil de aplicar.  Si estás muy asustado o preocupado, puede ser difícil al principio alejar tus pensamientos de las cosas materiales.  Repite constantemente alguna expresión de Verdad Absoluta que consideres importante, tal como:   Sólo existe el poder de Dios; yo soy un hijo de Dios lleno y rodeado de Su Paz; Dios es amor; Dios me guía; o quizás la más sencilla de todas: Dios está conmigo.  No importa lo mecánico e inútil que al principio te parezca este tratamiento, pronto te darás cuenta de que empieza a tener efecto y de que tu mente se aclara. 

No luches con violencia, sino con quietud e insistencia.  Cada vez que tu atención divague, dirígela de nuevo hacia Dios. No pretendas delinear por adelantado la solución que probablemente deba tener tu problema.  Eso sólo vendría a retardar la demostración.  Deja el problema de medios y resultado estrictamente a Dios. Lo que tu quieres es liberarte de la dificultad; con eso basta.  Haz tu parte y Dios no fallará en hacer la suya.

Por: Rvdo. Emmet Fox  


Deléitate en el Señor y te concederá los deseos de tu corazón…  Salmos 37:4
. . . Me deleito en el Señor y recibo los deseos de mi corazón.


L. CEDEÑO S.

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