Las
dificultades, sufrimiento, preocupaciones de cualquier naturaleza son parte del
hombre mismo. Los grandes maestros de diferentes creencias coinciden en un punto
importante: “La preocupación no resuelve nuestros problemas, solo los agrava
porque cuando estamos preocupados no pensamos con claridad. Una mente y espíritu en paz nos lleva al
resultado que necesitamos”.
El
Reverendo Emmet Fox, irlandés, 1886-1951, Ministro de la Iglesia de la Ciencia
Divina, destacado escritor sobre temas espirituales, nos ha dejado un precioso
regalo, enseñándonos cómo resolver nuestras necesidades de manera perfecta y en
armonía divina, un regalo al que llamó: La Llave de Oro…
“La
oración científica te capacitará para liberarte a ti mismo o liberar a
cualquier otra persona de toda dificultad.
Es la llave de oro de la armonía y la felicidad.
Para
quienes no están familiarizados con el poder más grande que existe, esto puede
parecer una afirmación apresurada, pero sólo bastará que se haga una honesta
prueba para demostrar sin lugar a dudas que es cierto. No necesitas creer en lo que se te diga al
respecto, sencillamente pruébalo y verás.
Dios
es omnipotente, hemos sido hechos a su imagen y semejanza, y tenemos dominio sobre
todas las cosas. Esta es la enseñanza
inspirada y debe interpretarse
literalmente por lo que representa.
Todos tenemos la habilidad para disponer de este poder, no es la
prerrogativa especial del místico o del santo, como se supone frecuentemente,
ni aún del practicante mejor entrenado.
Quienquiera que seas, dondequiera que estés, la llave de oro de la
armonía se encuentra en tu mano ahora mismo.
La razón de ello es que en la
oración científica es Dios el que obra, no tú, por lo cual tus limitaciones y
debilidades particulares no entran para nada en el asunto. Tú eres únicamente el canal por medio del
cual tiene lugar la acción divina y para recibir los beneficios de este
tratamiento sólo tienes que hacerte a un lado. Los principiantes obtienen con frecuencia
resultados asombrosos con las primeras pruebas, porque lo único esencial es
mantener una mente receptiva y suficiente fe para probar el experimento. Aparte de eso se puede mantener cualquier
punto de vista religioso o no tener ninguno.
En
cuanto al método de funcionamiento, como todas las cosas fundamentales, es la
sencillez misma. Todo lo que tienes que hacer es: Dejar de pensar en la dificultad, y en
su lugar pensar en Dios. Esta es la regla completa y si no haces más
que esto, la dificultad, cualquiera que sea, no tardará en desaparecer. No importa qué clase de dificultad sea. Puede ser grande o pequeña, puede ser
concerniente a la salud, las finanzas, un pleito judicial, una riña, un
accidente o cualquier otra cosa concebible; pero sea lo que fuere, simplemente deja de pensar en ello y en su lugar
piensa en Dios – eso es todo lo que tienes que hacer. ¿No podría ser más fácil, verdad? Dios no pudo haberlo hecho más simple y sin
embargo, este método nunca falla cuando se aplica debidamente.
No
trates de formar una imagen mental de Dios, lo cual es imposible. Repite
todo aquello que sepas acerca de Dios.
Dios es Sabiduría, Verdad, Amor. Dios está presente en todas partes; tiene
infinito poder; todo lo sabe; y así sucesivamente. No importa lo bien que creas entender estas
cosas; repítelas sin cesar.
Pero
debes dejar de pensar en la dificultad, cualquiera que sea. La
regla es pensar en Dios y, si estás
pensando en la dificultad, es que no estás pensando en Dios. El observar incesantemente los asuntos para
ver como marchan, es fatal, porque esto
equivale a pensar en el problema, y debes pensar en Dios y en nada más. Tu
propósito es remover la dificultad de tu conciencia, al menos por unos
momentos, reemplazándola con un pensamiento en Dios. Esto es lo esencial de todo. Si te quedas
tan absorto en esta consideración del mundo espiritual de manera que por algún
tiempo olvidas la dificultad, te encontrarás seguro y cómodamente libre de esa
dificultad – habrás llevado a cabo tu demostración.
Para aplicar la llave de oro a
alguna persona que te incomoda o a una situación difícil, piensa:
“Voy a aplicar a (tal persona) la llave de oro, o a ese peligro que me
amenaza”; luego procede a desalojar de
tu mente todo pensamiento que atañe a fulano/fulana o al peligro,
reemplazándolo con el pensamiento de Dios.
Al
hacer esto con una persona, no buscas influenciar su conducta de ninguna manera,
sino que le impedirás que te haga daño o te moleste y con eso sólo le harás un
bien. De allí en adelante es seguro que
será una mejor persona, más iluminada y espiritual, porque simplemente le has
aplicado “La llave de oro”. Un pleito
judicial que esté pendiente o cualquier otra dificultad probablemente se
desvanecerá sin hacerse más grave, impartiéndose justicia a todos los
interesados.
Si descubres que puedes hacer esto con
facilidad, repite el proceso varias veces al día con intervalos entre ellos. Sin embargo, asegúrate de que cada vez que lo
haces, retiras todo pensamiento del asunto.
Esto es muy importante.
Hemos
dicho que la llave de oro es sencilla y sí lo es, pero, por supuesto no siempre
es fácil de aplicar. Si estás muy asustado
o preocupado, puede ser difícil al principio alejar tus pensamientos de las cosas
materiales. Repite constantemente alguna
expresión de Verdad Absoluta que consideres importante, tal como: Sólo
existe el poder de Dios; yo soy un hijo de Dios lleno y rodeado de Su Paz; Dios
es amor; Dios me guía; o quizás la más sencilla de todas: Dios está
conmigo. No importa lo mecánico e inútil
que al principio te parezca este tratamiento, pronto te darás cuenta de que
empieza a tener efecto y de que tu mente se aclara.
No luches con violencia, sino con quietud e insistencia. Cada vez que tu atención divague, dirígela de nuevo hacia Dios. No pretendas delinear por adelantado la
solución que probablemente deba tener tu problema. Eso sólo vendría a retardar la demostración. Deja
el problema de medios y resultado estrictamente a Dios. Lo que tu quieres es
liberarte de la dificultad; con eso basta.
Haz tu parte y Dios no fallará en hacer la suya”.
Por:
Rvdo. Emmet Fox
Deléitate en el Señor y te
concederá los deseos de tu corazón…
Salmos 37:4
. . . Me deleito en el Señor y
recibo los deseos de mi corazón.
L.
CEDEÑO S.
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