El
afecto, del latín “affectus”, se define
como esa inclinación de cariño hacia alguien o algo. La palabra afecto implica
un sentimiento de cariño no tan profundo como el amor porque el amor en sí
mismo, ya involucra el afecto, cercanía e intimidad hacia la persona. Quien ama, también siente afecto.
El
cariño, el afecto, en la relación de pareja, especialmente entre cónyuges, será
un pilar fundamental para la estabilidad emocional a través de los años. Con la pérdida del afecto se habrán perdido
ya otros sentimientos, se habrán roto vínculos que sustentan toda relación.
Cuando
el afecto del cónyuge se pierde a causa de una tercera persona, cuando surge ese
fatal triángulo amoroso que lacera los sentimientos, se convierte en lo que
moral y “legalmente” se denomina: “Alienación
de afecto”. Hablando literalmente, existe
en varios Estados, en los estados Unidos, una ley que apareció por primera vez
en Nueva York, en 1864. (No está vigente en N.Y. en la actualidad).
Se
trata de una ley que muchos consideran no solo obsoleta, sino que también
pretende legislar la moralidad; una
antigua ley que desde 1935 ha venido
aboliéndose hasta alcanzar 42 estados, pero que sigue vigente, con mayor o
menor fuerza, en varios Estados, como:
Carolina del Norte, Dakota del Sur, Hawaii, Illinois, Mississippi, Nuevo
México y especialmente en Utah.
Si
todas las parejas, alrededor del mundo, que se sintieran traicionadas,
lastimadas emocionalmente por la intromisión en sus vidas de un tercero,
estuvieran en condiciones de hacer uso de esta ley, no queremos imaginar el
caos. Pero, si viviéramos en los Estados
Unidos, en alguno de esos Estados antes
mencionados, tendríamos la oportunidad
por lo menos de acusar a la(s) persona(s) que nos han hecho sentir infelices.
“La Alienación de afecto, en cuanto al matrimonio
se refiere, es una acción de responsabilidad civil, presentada por un cónyuge
“abandonado” frente a una tercera persona, acusada de ser responsable del
fracaso del matrimonio”.
Comprobar
que el cónyuge, bajo la influencia de un tercero ha cambiado sus sentimientos,
ha cambiado su mentalidad, su personalidad, moralidad o hasta ha perdido su
identidad, no es tan sencillo.
El
demandante, tendrá que demostrar en la corte que en el matrimonio existía el
amor y que el acusado instigó, sonsacó a su cónyuge y provocó la pérdida del
afecto. Aunque el acusado alegue que su
intención no era destruir el matrimonio, este puede ser encontrado responsable
por la pérdida de afecto.
Hay
precedente de casos muy famosos, donde el afectado ha logrado digamos “resignarse”,
aquietar su dignidad y hasta vengarse de sus ofensores por la vía legal, exigiendo
reparación de daño moral y emocional, mediante una indemnización económica
sustancial.
En casos de demanda por alienación de afecto,
los expertos recopilan cuanta información sea posible para confirmar la
sustracción de afecto, que no es otra
cosa que “infidelidad”, lo cual es muy fácil con la tecnología de hoy. Anteriormente, se aceptaban como pruebas las
facturas de obsequios a las amantes, ciertas actitudes en público, comprobación
de encuentros clandestinos, pero sobre todo, alguna nota o carta de amor de
puño y letra de la persona acusada.
¿Una
ley moralista? todas las leyes pretenden legislar la moral de la sociedad en
que vivimos. ¿Obsoleta? En algún momento se cumplió con la necesidad
de legislar no el afecto sino la situación que provoca la pérdida del mismo por
causa de un tercero.
Algunas leyes cambian con la evolución del ser
humano. Si bien es cierto que en
nuestros días la sociedad ve con cierta indiferencia la infidelidad, más cierto
aún es que la intimidad entre cónyuges, la mística del universo que crean entre
sí, será siempre demasiado íntima,
demasiado sensible y la intromisión de la tercera persona siempre, en todas las
épocas, ha sido causa de ruptura, de
sentimiento de traición, falta de confianza, desarmonía, desamor, celos,
indignación, frustración, impotencia, infelicidad, dolor… Podríamos continuar con toda una letanía de
sentimientos negativos que matan el amor…
Como
dicen, “El amor cambia de casa”. Cuando
aparece quien propicie ese “cambio de
casa”, a veces motivado por amor o solo por la pasión o la ambición, quien sustrae
el afecto, lo arrebata, se lo apropia, causando la separación de los cónyuges, se
da una real y verdadera “Alienación de Afecto”, con todos los malestares e implicaciones que
genera. En el amor, como en el
matrimonio, no hay cabida para una tercera persona.
Inteligentemente, el matrimonio se
institucionalizó en función de dos y, solo dos…
L. CEDEÑO S.
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